En su excavación, se ha revelado como un centro productor y distribuidor de recipientes cerámicos por la gran cantidad y calidad de las piezas encontradas en su excavación, la proximidad de la materia prima arcillosa necesaria, las estructuras relacionadas con la alfarería halladas (como piletas para la decantación de las arcillas), trozos de tornos, un posible horno, matrices para estampar en el barro fresco o útiles para separar las piezas dentro de los hornos. Especialmente en los siglos de mayor auge, IV y III a.C., hasta su abandono repentino a finales del III o principios del II.
Las piezas encontradas tienen sus propias características en lo que se refiere a su decoración, un patrón decorativo propio, por lo que a esta cerámica se le ha denominado tipo Valdepeñas. La decoración pintada se aplicaba sobre cerámica fina antes de la cocción. Una primera capa de bandas anchas de engobe en distintas tonalidades de marrones y anaranjados sobre la que se pintaban los distintos elementos decorativos geométricos habituales ibéricos (cuartos de círculo, semicírculos, círculos, ondulaciones, retículas, etc.) en color rojo vinoso o marrón oscuro. En el caso del Cerro de las Cabezas, hay que añadir una enorme variedad de recipientes decorados además con una o dos bandas de motivos estampillados, a veces delimitadas por uno o dos cordones estampillados. Algunos fragmentos de cerámica encontrados en el oppidum de Alarcos con estas características demuestran una relación de intercambio entre ambos oppida, siendo una evidencia más de la amplia red comercial y de comunicaciones entre asentamientos ibéricos.
En la excavación de 2011 se encontraron varios fragmentos de la misma pieza, que podría ser una botella o un vaso achardonado, con una decoración reticular enmarcada en líneas paralelas horizontales en la parte inferior y lo que podrían ser motivos vegetales en la parte superior, todo pintado en color rojo vinoso, que podrían ser lianas o palmeras, algo muy extraño en la producción local y más propio de la zona levantina, aunque sí tienen cierta similitud con los motivos vegetales de los impresos estampillados.
La iconografía realizada por los artesanos ceramistas ibéricos refleja, como en estos casos, ya sea a través de la pintura vascular o impresiones estampilladas, elementos vegetales inspirados en la naturaleza que les rodea, aunque sin pretender plasmarlos con absoluta precisión. Esto nos permite aventurar que el origen de esta pieza está en el intercambio comercial con gente de otros emplazamientos peninsulares.
En cuanto a la composición mineralógica de los distintos fragmentos cerámicos de este yacimiento, de diferentes zonas como murallas, áreas urbanas o piletas de decantación, destaca su homogeneidad, lo que demuestra la procedencia autóctona de las mismas. Destaca la calcita entre los minerales identificados, que va desapareciendo con el aumento de la temperatura de coción a partir de los 700º. Otro carbonato encontrado es la dolomita, que empieza a descomponerse a partir de los 600º. Su presencia indica unas temperaturas de cocción bajas. Aparecen también diferentes filosilicatos, que se empiezan a descomponer a partir de los 900º y desaparecen entre los 950º y los1000º. También es común la presencia del feldespato potásico.
Aparecen minerales propios del proceso de cocción, como la gehlenita, los piroxenos y plagioclasas, al descomponerse carbonatos y aluminosilicatos, y que aparecen a partir de los 850º, por lo que son buenos indicadores de la temperatura de cocción. Los hematites aparecen en las fases de cocción; son óxidos de hierro que dan un color rojizo a la matriz cerámica.
Por todo ello podemos estimar la temperatura de cocción entre los 850º y los 900º. Aunque algunas de ellas no llegan a esa temperatura, se considera el intervalo óptimo para conseguir cerámicas de calidad.
El análisis de los pigmentos nos revela, en la cerámica de tipo Real del yacimiento de Puente Tablas, Jaén, del siglo VI a.C., el uso de tres colores. Los rojos se consiguieron con hematites (óxido de hierro), el amarillo con goethita y el negro con carbón vegetal; y que se aplicaron después de la cocción. En otros yacimientos el negro se obtenía con óxido de manganeso en cerámicas de cocción oxidante, o a la coción en atmósfera reductora de las bandas rojizas (hematites), dando lugar a la magnetita.
En los fragmentos de cerámica del siglo VI a.C. encontrados en el Cerro de las Cabezas, se usó arcilla con óxido de manganeso para las bandas negras y arcilla enriquecida artificialmente en hierro para el rojo. En los del siglo III a.C., los negros de las bandas decorativas son en realidad una mezcla de rojos y negros, conseguidos con magnetita (una reducción de hematites) el negro y hematites para el rojo. La magnetita necesita una atmósfera reductora y la hematites desarrolla su color en cocción oxidante, por lo que la aparición de ambos colores necesita de una doble cocción ya que en su fase reductora necesita consolidar el negro para que en la fase oxidante se conserve intacto. El pigmento a mantener en negro debería ser pulido, barnizado o pseudovitrificado para tapar el poro y evitar la penetración de oxígeno en la fase oxidante de la cocción.
Las cerámicas rojas solo aplican hamatites de arcillas con mucha concentración de hierro, obtenida artificialmente. Las de recubrimientos blanco y rojo han usado calcita y hematites; podrían haber sido recubiertas de cal y luego decoradas en rojo, aunque la presencia de calcita no siempre significa el empleo de cal. En algún yacimiento (Tutugi,enGalera, Granada) se ha usado yeso y cinabrio.
La especialización y cualificación de los alfareros de este asentamiento queda demostrada por los recursos técnicos utizados, la experiencia en el uso del torno de alfarero, las decoraciones impresas de estampillas, la selección de minerales en la pasta y para la decoración pintada y el proceso productivo, especialmente la doble cocción para conseguir una determinada decoración.
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