De numerosas especies arbóreas, así como de cactus, contiene la famosa y monumental Palmera Imperial de siete hijuelos, que brotan de su tronco central. Tiene este nombre porque la Emperatriz Elisabeth de Austria la visitó en 1894, y su dueño se la dedicó. Fue de Andrés Castaño desde la segunda mitad del siglo XIX, primero arrendado y luego como propietario. Su tercer hijo, llamado José, siguió viviendo en ésta que fue la casa de sus padres. Como fuera sacerdote capellán de la cárcel y de las monjas clarisas, se llamó de Huerto del Capellán Castaño a, simplificando, Huerto del Cura. A su muerte, lo compró Don Juan Orts Miralles, empresario de una fábrica de alpargatas, que lo convirtió en su residencia de verano. Su mérito fue negarse a la especulación urbanística. Su hijo Juan Orts Román lo convirtió en jardín de recreo y construyó su casa, que es la actual. Está enterrado en la capilla del Huerto. Casa y jardín fueron el centro de la sociedad ilustrada de su época (primera mitad del siglo XX).
Su fama le viene de su Palmera Imperial, de unos 160 años, cuya visita era casi imprescindible. Actualmente cuenta también con una rocalla de cactus y plantas crasas, algunos ejemplares de pavo real, dos de ellos albinos, patos, estanques, estatuas y la casa, con capilla y biblioteca con una colección de 5.000 volúmenes, otra de autógrafos de personalidades y otra de cerámica valenciana de los siglos XVIII y XIX.
Enfrente está el Hotel Huerto del Cura, con un formidable jardín de palmeras y piscina. Allí nos tomamos el café y dibujamos. Yo dibujo a Mari Carmen y Mireia, mujer e hija de José Antonio, aquel chaval tan curioso y majo, con familia en Villarrobledo y Alcázar de San Juan, que en ocasiones nos hace de guía.
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