El zizuphus jujuba (azufaifo, azofeifa, azofaifo, jujube o chichindra) es una especie vegetal caduca originaria del sur y este de Asia de entre dos y medio a diez metros de altura, dependiendo directamente de la humedad, de tronco derecho con bultos y corteza muy arrugada. Sus hojas escasamente pecioladas, alternadas, coriáceas, de 2 a 7 cm de longitud, de forma oblonga a oval-lanceolada con el margen finamente dentado y el ápice agudo o redondeado. La hoja tiene tres nervios principales longitudinales y presenta dos estípulas espinosas en su base. Son color es verde claro brillante. Su ramificación es muy densa, y está dotada de fuertes espinas, como resultado de su adaptación natural para protegerse de los herbívoros. Presenta ramillas de color verdoso, zigzagueantes y colgantes. Florece entre abril y agosto. Las flores son pequeñas, de tres a cuatro mm. de diámetro, poco llamativas, pentámeras, verdosas y situadas en grupos de dos o tres a lo largo de las ramas. Su fruto, la azufaifa, azofeifa, jínjol o guínjol, o jíjol es una drupa comestible globosa con aspecto de aceituna de dos a tres centímetros de longitud, con una sola semilla y de piel verdosa que deviene marrón rojiza cuando está madura, con textura y sabor a manzana, con la piel más dura. Se recolectan a finales de verano o principios de otoño. Es un árbol de fácil cultivo, pues no requiere de apenas atenciones. Necesita una exposición de pleno sol. Aguanta el frío, pero no fríos severos. No necesita podas, solo aclareo, y soporta todo tipo de tierra. Soporta aguas y tierras alcalinas. Se multiplica por esquejes y semillas.
Ha llegado al borde de la extinción debido a la calidad de su madera (se talaron prácticamente todos los azufaifos para construir la Armada Invencible española) y por su lento crecimiento. Se encuentran algunos en Murcia y Almería (España). Es un árbol desgraciadamente olvidado pero tuvo un prestigio popular en Cataluña y en todo el Mediterráneo, como demuestra la dicha tradicional catalana: “Ser més eixerit que un gínjol”, o las fiestas italianas de los azufaifos de Aqua Petrarca, o la calificación persa como árbol del amor.
Se conoce como la fruta de la inmortalidad pues tiene grandes poderes medicinales. Contiene magnesio, potasio, cobre, calcio, niacina y más vitamina C que cualquier cítrico. Esto fortalece el sistema inmune y previene enfermedades propias de los climas fríos (un té con el fruto seco). Tiene la capacidad de disminuir la presión arterial, y es bueno para la anemia y problemas hepáticos. Sus flavonoides tienen un gran poder antioxidante. Sus semillas calman los nervios, la medicina tradicional china lo ha usado para lograr un buen ritmo de sueño. Cuenta con dieciocho aminoácidos, buenos para formar proteínas, una de las cuales ayuda a la cicatrización de las heridas. Las hojas se usan como desodorante y repelente de insectos. La infusión de hojas es buena para la diarrea. Con la corteza se hace un colirio para desinflamar los ojos.
En Barcelona ciudad, existe un azufaifo monumental, foto de la izquierda de Rafael Zaragoza, de un valor incalculable por su belleza, dimensión y edad. Se trata del azufaifo más grande de Catalunya y posiblemente de Europa. Un árbol que en el pasado y ahora en el presente, está protagonizando una lucha ciudadana para su conservación. Sería del todo intolerable, inadmisible y vergonzoso que esta obra de arte, irrepetible como es este árbol monumental, no sea merecedora de ninguna protección.
Las fotos superiores son del azufaifo de mi huerta en época de floración y ahora, a finales de agosto.
En primavera se siembran los huesos escarificados.
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