La clave para no debilitar el movimiento está en no caer en un juego de representaciones políticas. Quien piense que desde lo institucional se puede representar de algún modo la riqueza de propuestas, la riqueza organizativa, la diversidad de formas institucionales que se generan en la sociedad realmente está pensando en la política como un monopolio de la política. La relación tiene que ser siempre de antagonismo, de antagonismo responsable, antagonismo debatido. El antagonismo es lo que garantiza que la gente esté organizada, que pelee por sus derechos y que presione a cualquier gobierno y a la vez que exista una contraparte en la medida de fiscalizar, auditar, controlar y generar la tensión democrática clásica. Sin esa tensión, no puede existir nunca democracia porque sería simplemente esa idea de representación, que es estar constantemente impostando la postura de alguien que está afuera y que está ausente. Afuera siempre tiene que haber gente presente, organizada, presionando como contrapoder constituido, que fiscaliza y que se organiza.
No porque alguien de la Marea Verde llegue a tal o cual posición está garantizado que los cambios se vayan a producir, el sistema es mucho más perverso y más complejo. Y siempre, en todos los contextos, se va a necesitar organización social, demandas políticas, movilización, comunicación política desde el lado de los movimientos. Nunca es suficiente, cuanto más haya, mejor, más garantías de democracia.
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