martes, 13 de noviembre de 2012

la lacandona chankín que aprendió español




Cuando Frans Blom y Gertrude Duby viajaron en 1943, a lomo de mula, a través de la selva lacandona, al este de Chiapas, en las márgenes de las corrientes tributarias del río Usumacinta, exploraron una región que tenía más de 13,000 km2 de bosques tropicales selváticos. Los únicos habitantes de esa área eran unos cuantos cientos de indios mayas-lacandones, algunos explotadores de caoba y chicle, contados cazadores de cocodrilos y un pequeño número de campesinos mayas tzeltales inmigrantes de las cercanas «tierras altas».
    En 1962, en el 19 aniversario de la primera expedición de Frans y Gertrude Blom, la selva lacandona era un lugar completamente diferente; más de la mitad del bosque había sido destruida, quemada y el resto degradado por madereros, colonos y rancheros venidos de otras partes, pero la mayoría de los lacandones ahí siguen, casi iguales a los que encontraron Gertrude y Frans, especialmente aquellos
de la tribu de Chankín en el «pueblito» de Najá en el norte de la selva, que a diferencia de los del sur que tratan de asimilarse al mundo exterior, todavía se arrodillan ante sus dioses cantándoles y escuchando sus respuestas en el viento, y se resisten a las intrusiones del mundo mecánico que se infiltra en la selva y les roba sus árboles y sus niños.
Uno de esos lacandones del sur, de los dominios de Chankín el Viejo es N., la niña de esta historia. La visitamos el 19 de agosto de 1962, en el Hospital Civil de San Cristóbal de las Casas, adonde fui a examinarla por los ruegos de Doña Gertrudis (como la llamaban los lacandones), que sentía que «su niña» de 12 años originaria de Najá (a pocos kilómetros de Palenque) necesitaba mejor asistencia médica, que la que podría proporcionársele en ese Hospital; ella ya había donado su sangre en dos ocasiones y «le había salvado la vida».
    Días antes había sido herida por un proyectil de arma de fuego disparado accidentalmente por su joven esposo K» un año mayor que ella. La lesión era impresionante, interesaba la mejilla derecha, parte de los huesos maxilares y el malar derecho.
    Con la ayuda de Doña Gertrudis y del Instituto Nacional Indigenista, fue trasladada por avión desde Tuxtla Gutiérrez (dos días después de mi partida inmediata en automóvil de San Cristóbal) a la Ciudad de México, para ser internada en el Hospital Juárez, al recién inaugurado Servicio de Pediatría que estaba a mi cargo.
    Fue operada en tres ocasiones con éxito; las dos últimas con injertos óseos homólogos de hueso de la cadera para reparar los huesos maxilares y el malar, pero con serias complicaciones, no de la cirugía, sino de las enfermedades «occidentales» que contrajo en el hospital: varicela complicada con encefalitis y sarampión con neumonía, que prolongaron la hospitalización.
    En el mes de diciembre N. mejoraba y, mientras era preparada para las prótesis dentales, se comportaba en el hospital como si estuviera en su propia casa. Salió del hospital en algunas ocasiones a visitar la Ciudad de México, acompañada por personal del Instituto Indigenista.
   N. llegó a hablar el español tan bien como su dialecto maya. Parte del día ayudaba a las enfermeras y durante la noche alimentaba y consolaba a los niños más pequeños cuando los oía llorar. Se convirtió también en la sombra de uno de los residentes quien fue su amigo protector y devoto médico.
    N. fue la principal ayudante de las Damas Voluntarias del Servicio de Pediatría en la organización de
las fiestas de Navidad (más tarde, también, en las de Semana Santa) para los niños hospitalizados, en las
que, además, participó como artista y comparsa; se convirtió en un personaje «esencial» del Servicio.
    En enero de 1963 nos escribía Gertrudis Duby: «... en la selva empiezan a inquietarse los lacandones por el paradero de N.; cuando yo los visité en enero logré calmarlos, pero creo que algún «buen amigo» de ellos ... (se refiere a los misioneros religiosos) que andan por estos rumbos, les habrá dicho que yo u otra persona, se está robando a la niña.»
    Por estas circunstancias fue imposible llevar a cabo la prótesis dentaria y hubo que adelantar su regreso a Chiapas, que ya no fue en avión («no había presupuesto») sino a través de contactos y amistades, con una familia de turistas norteamericanos que se ofrecieron a llevarla en automóvil hasta San Cristóbal de las Casas y la entregaron a Gertrude Duby quien, a su vez, la condujo a Najá a lomo de mula.
    El 9 de mayo de 1963, la Sra. Duby escribía nuevamente: «... Hemos regresado de la selva donde dejamos a N. La alegría de papá y mamá fue tremenda y la gratitud inmensa, lucía su vestido de color azul cielo con bordados rosados y sus zapatos de la ciudad ... se veía fuera de lugar ... se adaptó al parecer, a la perfección, estaba feliz de estar con su gente. Regaló a sus hermanas unas muñecas y ellas jugaron ... se interesaron en especial en la ropa interior ...»
    Cinco años después (l968), acompañado de mi esposa y mis tres hijas, la visitamos en su casa con
toda su familia y Chankín; se encontraba completamente integrada a su comunidad; «era la lacandona más limpia de la selva». Nos invitaron a comer «mono asado»: sólo mi segunda hija y yo aceptamos, mi esposa y dos hijas se disculparon «desgraciadamente ... por encontrarse indispuestas por el vuelo en el ‘avioncito’ para llegar a Najá»... Y todos reímos ...
   En 1982, a los 25 años de edad, aparece en un libro de fotografías publicado por Gertrude DubyBlom preparando adornos de plumas de aves para las trenzas de las mujeres lacandonas.

   En abril de 1985, la última vez que casualmente la encontramos: vendía flechas y collares en Palenque; a los 35 años aparentaba mayor edad; «se veía menudita», acompañada de un «nuevo marido» y sus hijitas N. de cuatro años y M. de dos años. Asustada y hablando pésimo español nos dio a entender que su marido no sabía «toda la historia» ... Vivía completamente asimilada a sus costumbres y a su tierra, y «muy feliz —como nos dijo— de tener un nuevo marido y dos lindas hijitas». Nos regaló arcos y flechas de las que vendía en el lugar ... La selva la había recuperado.
    En noviembre de 1989, con motivo del VI Coloquio de la Sociedad de Historia y Filosofía de la Medicina efectuado en San Cristóbal, nos encontramos nuevamente con Gertrudis Duby Blom que fue una de las participantes. Nos participó que N. se encontraba bien, contenta, trabajadora, y era madre de dos hijos como sabíamos.
    Finalmente, en septiembre 8 de 2008, en comunicación telefónica con el Museo Nabolon (la Casa del Tigre de Frans Blom y Gertrude Duby), en San Cristóbal de las Casas gracias a la amabilidad de la Sra. Betty Mijangos Castro, empleada de la Sra. Duby desde 1960 y ahora parte del personal del Museo, nos enteramos de lo que será el fin de esta historia:
   Doña Gertrudis murió en San Cristóbal el 23 de diciembre de 1993 a los 92 años de edad, habiendo dedicado la mayor parte de su vida al cuidado y bienestar de «sus Lacandones» y escribiendo varios libros e innumerables artículos científicos, y en periódicos y revistas; «rogando» y exigiendo constantemente a las autoridades de Chiapas y del país un mejor trato y cuidado «para los Lacandones y su selva». En cuanto a N. «la niña de esta microhistoria» nos informó que se encuentra «muy bien» en Najá. Cumplió 58 años de edad hace unos meses y es abuela de dos «preciosas niñas» y un niño.
    Termino esta historia con una moraleja escrita ya hace mucho tiempo por Gertrudis: « ... mientras
perduren las enseñanzas de Chankín —el sacerdote de la tribu— sus hijos, hijas, sobrinos y primos
serán hombres libres y se sentirán iguales a cualquier ser humano».

                                               Texto de Max Shein K. Departamento de Pediatría. Centro Médico ABC.
                                                               Dibujos con brocha circular y tinta china 
                                                               sobre Moleskine apaisado troquelado, 
                                                               alentado por las fotos de Gertrude Blom.

4 comentarios:

  1. La historia es hermosa e impresionante los la combinación de negros y grises,con distinta texturas. Negros sobre grise seco o mojados que se funden.

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  2. LA MEJOR MANERA DE PRESERVAR LOS RECUERDOS. GRACIAS.

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  3. Hola! Me gustaría comunicarme contigo. Estamos realizando una revista sobre los lacandones y quisiéramos entrevistarte o poder usar algunos de tus trazos en la publicación. Si te interesa por favor contáctanos a etnografiasexpresion@gmail.com o al Facebook de Etnografías https://www.facebook.com/Etnograf%C3%ADas-226279561133429/

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    1. Os he enviado un correo electrónico. Gracias por vuestro interés.

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