Desde el avión hacia El Cairo vemos la franja verde en ambas orillas del Nilo y las cadenas montañosas rocosas del desierto. Es curioso como la vegetación va comiendo el desierto con la canalización del agua. A veces, rodeando estas montañas de roca. La arena tiene un comportamiento parecido al agua, pero movida por el viento. Forma ríos que bajan de las montañas, y lagos, y mares. Rodeando formaciones rocosas como manchas. Luego, picos saliendo de las nubes. Debe ser el Mar Rojo ( el té con leche está delicioso). Bajando a El Cairo, otra vez montañas; y un inmenso cañón que las atraviesa.
Vamos al zoo. Uno puede tocar las jaulas y los animales. El uniforme de los cuidadores es militar, con gorra de plato sin visera. Cada jaula tiene el suyo, sentado en una silla apoyada en la reja. Vende pinchos de madera con zanahoria y lechuga que un niño inocente con gafas acerca ahora mismo al oso (!). Otro le da pececitos a un pelícano blanco y rosado con la papada amarilla. Levanta el pico y toca al niño, que se asusta. Tigres y canguros pequeños. Chimpancés agarrados a sus madres. Hay muchas especies y algunas jaulas demasiado pobladas. Aquí mismo está la fragua donde se hacen las rejas. Un cuidador nos pide dos libras por ver un leoncito bebé que nació ayer. Las casas coloniales de los tigres, los quioscos y los relieves de las entradas a las de los elefantes y jirafas son preciosos, como de peli de aventuras o un sueño.
El mejor medio de transporte es el metro. Una libra el billete. Nuevo, moderno, superlimpio. El problema es que sólo hay tres líneas. Hay bonos de tres meses y tiene un logo que me encanta (muy simple y muy árabe).
Paseamos hasta la Plaza de la Revolución. Vemos ovejas en los patios y borricos por las calles. La gente que sabe inglés se acerca para ayudarnos. Niños alegres y pobres, vendedores de rosquillas que llevan en la cabeza, mujeres completamente tapadas y estudiantes con vaqueros, pesadores tras la báscula, chicas que hablan dulcemente con ojos negros que te atraviesan... muchas imágenes en la cabeza, que giran cuando el sueño llega.
La entrada del zoo cuesta 12 piastras, unos 60 céntimos de peseta.
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