
lunes, 4 de julio de 2016
domingo, 3 de julio de 2016
bitonto, castel del monte, andria y trani
Recorremos el casco viejo de Bari. Nos invitan a mejillones crudos. Quedamos con Ángela, la novia de Franco. En Bitonto, comemos sepiolina y nos dejan hacer fotos en las tiendas. En la Chiesa del Purgatorio dos esqueletos custodian la puerta, uno tiene un reloj de arena y otro una guadaña; encima hay cráneos de curas y obispos, y más arriba ángeles rescatando almas. Bitonto es un pueblo bonito y tranquilo. Agradable y soleado, con paredes de piedra y puertas de madera. Comemos en un restaurante llamado Le Monaché, que es una cava abovedada de piedra. Bellísimo y sencillo duomo del 1500. Marcos y capiteles trabajados con animales mitológicos. A la salida, visitamos la casa de la madre de Franco, que nos confunde con una pareja de testigos de Jehová. Y luego nos canta una bellísima canción.
De Bitonto vamos a Castel del Monte. Castillo con forma de corona octogonal con ocho torres también octogonales, de Federico II (1250 aprox.) y con muchas claves, construido teniendo en cuenta las constelaciones sobre una iglesia benedictina en honor a Santa María del Monte y que se usó para el rodaje de la película El nombre de la rosa. Dentro es muy fácil perderse pues todo está repetido ocho veces y no sabes si ya has estado allí.
A 18 kilómetros está la ciudad de Andria, con 90.000 habitantes, famosa por sus productos lácteos como la burretta, mozzarella con líquido dentro y tropezones de queso. De allí vamos a Trani, una ciudad rica y noble con puerto al Adriático, muy agradable; tanto que apetece quedarse a vivir aquí y que siempre sea domingo a finales de verano con la gente arreglada. Preciosa su catedral normanda con una torre alta y estilizada y el castillo en su puerto albergue de cruzados.
Llegamos cansados a casa. Franco dice que le relaja más hacer la cena para los amigos que ir a un restaurante. Fumamos en el balcón y Franco baila con Beni una canción juntándose y separándose porque se trata de una canción en que el hombre es aceptado y rechazado por la mujer. Luego hace una berenjena con pomodoro riquísima y unos boquerones fritos con un vino Baronesa, una especie de moscatel u oporto sin curar.
Francesco da clases de yoga, que dice ser una técnica que surge como una necesidad en un contexto que hace que se convierta en filosofía, en una forma de pensar. Hervé nos cuenta lo mal que lo pasó tras la ruptura de su relación y cómo el footing lo ha relajado y ha cambiado sus prioridades. Quety lo mira como cómplice y le pasa la mano por los hombros. Francesco prepara su viaje a Yemen y tiene la guía como libro de cabecera. Yo le recomiendo que lea novelas donde la acción ocurre en Yemen, si es que tal cosa existe.
sábado, 2 de julio de 2016
viernes, 1 de julio de 2016
a bari
Amanece un día soleado. He soñado que estoy ingresado en el Policlínico y un médico se acerca a la cama interesado en mis heces para analizarlas. Me meto los dedos en el culo y con dificultad saco unas pipas de calabaza embadurnadas. Beni duerme como un lirón. Tomo el fresco en el jardín de los Enzos, aquí duerme su vespa. Desayunamos café de cafetera, que hacen más concentrado, y cereales.
La casa de Francesco o Franco, ¡Franco, Franco, Franco! jalean recordándonos el entusiasmo a nuestro dictador, en Bari es chula, con los techos tan altos que ha hecho dos plantas en la parte más alta. Tres grandes balcones, como terrazas, la hacen luminosa y alegre. Él es un amante de la fotografía y tiene la casa llena de fotos de puertas y ventanas. Llegan Hervé y Rafael y nos ponemos a comer una pasta riquísima y una mozzarella de Bari, con sorpresa de leche líquida con tropezones de queso y tomate cherry. Nos dicen que ésta es ahora nuestra casa y nos avisan de la noche fatal programada.
Damos una vuelta por el casco viejo. El Duomo totalmente reconstruido. La librería Gato nero, de unos amigos de Franco. La gente es muy simpática y te deja entrar a los patios, incluso te cuentan la historia de los edificios. Cuando les pido permiso para fotografiar, se colocan y posan. Me caen bien, alegres, abiertos y dispuestos. En las puertas de las casas las mujeres hacen orejitas de pasta, como en nuestra tierra hacen encaje, sobre una mesa y luego una criba. Toda la familia trabaja en la pasta. En el puerto, hacen trocitos de sepiolina que nos dejan probar.
La notte bianca, traducida como noche fatal, no puede hacerse en la terraza de Rafael por el viento y se celebra en casa de Franco. Resulta muy divertida con un montón de amigos tan extrovertidos. De golpe se convierten en cómicos, sin necesidad de beber. Nos hacen un número especial de torero a lo Rodolfo Valentino. En la euforia payasa, se arrodillan para adorarme cuando hojean mi cuaderno de viaje y luego jalean a Quety cuando dice que trabaja en el Museo del Prado. Alguien dice en el Santiago Bernabeu, solo para llegar al climax. Y una pareja de bielorrusos, él apenas sabe italiano y piensa las palabras poniendo su mano en la frente y ella es delgada y mide unos dos metros, enseñan una botella de vodka como un tesoro. A cambio les bailamos el casachof. Hervé se emociona con el vino blanco malvasía riquísimo de la Azienda Agricola L'Antica Grotta de Bari y se pone a cantar en ruso.
Alguien hace acupuntura, un abogado cuenta chistes, una periodista prepara un libro sobre faros del mundo, ya ha editado uno lleno de fotos de faros italianos, una pintora frívola que dice pintar cuadros malos, el tuttólogo, llamado así porque lo sabe tutto, me habla del románico en la Puglia y el pacífico rey Constantino que quería unir el Cristianismo y el Islamismo. Rafael no para de comer y su señora no quiere que beba más.
Cae el vino, el brandy y el vodka. Ya tarde, caemos todos.
La casa de Francesco o Franco, ¡Franco, Franco, Franco! jalean recordándonos el entusiasmo a nuestro dictador, en Bari es chula, con los techos tan altos que ha hecho dos plantas en la parte más alta. Tres grandes balcones, como terrazas, la hacen luminosa y alegre. Él es un amante de la fotografía y tiene la casa llena de fotos de puertas y ventanas. Llegan Hervé y Rafael y nos ponemos a comer una pasta riquísima y una mozzarella de Bari, con sorpresa de leche líquida con tropezones de queso y tomate cherry. Nos dicen que ésta es ahora nuestra casa y nos avisan de la noche fatal programada.
Damos una vuelta por el casco viejo. El Duomo totalmente reconstruido. La librería Gato nero, de unos amigos de Franco. La gente es muy simpática y te deja entrar a los patios, incluso te cuentan la historia de los edificios. Cuando les pido permiso para fotografiar, se colocan y posan. Me caen bien, alegres, abiertos y dispuestos. En las puertas de las casas las mujeres hacen orejitas de pasta, como en nuestra tierra hacen encaje, sobre una mesa y luego una criba. Toda la familia trabaja en la pasta. En el puerto, hacen trocitos de sepiolina que nos dejan probar.
La notte bianca, traducida como noche fatal, no puede hacerse en la terraza de Rafael por el viento y se celebra en casa de Franco. Resulta muy divertida con un montón de amigos tan extrovertidos. De golpe se convierten en cómicos, sin necesidad de beber. Nos hacen un número especial de torero a lo Rodolfo Valentino. En la euforia payasa, se arrodillan para adorarme cuando hojean mi cuaderno de viaje y luego jalean a Quety cuando dice que trabaja en el Museo del Prado. Alguien dice en el Santiago Bernabeu, solo para llegar al climax. Y una pareja de bielorrusos, él apenas sabe italiano y piensa las palabras poniendo su mano en la frente y ella es delgada y mide unos dos metros, enseñan una botella de vodka como un tesoro. A cambio les bailamos el casachof. Hervé se emociona con el vino blanco malvasía riquísimo de la Azienda Agricola L'Antica Grotta de Bari y se pone a cantar en ruso.
Alguien hace acupuntura, un abogado cuenta chistes, una periodista prepara un libro sobre faros del mundo, ya ha editado uno lleno de fotos de faros italianos, una pintora frívola que dice pintar cuadros malos, el tuttólogo, llamado así porque lo sabe tutto, me habla del románico en la Puglia y el pacífico rey Constantino que quería unir el Cristianismo y el Islamismo. Rafael no para de comer y su señora no quiere que beba más.
Cae el vino, el brandy y el vodka. Ya tarde, caemos todos.
Vadka significa agua picante, curioso parecido a aguardiente, Bistro de Prisa, de origen Ruso.
Fari d'Italia de Erica Simonetti.
Con las fotos de toda esta gente tan dispuesta y alegre de Bari hice un cuaderno. Algunos de los dibujos incluidos en él pueden verse aquí.
Con las fotos de toda esta gente tan dispuesta y alegre de Bari hice un cuaderno. Algunos de los dibujos incluidos en él pueden verse aquí.
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