historia de un rostro
Un rostro se transforma con la edad, cuando en la piel que se marchita y se va desprendiendo del cráneo se van grabando tanto las arrugas como las llamadas líneas de expresión, resultado del continuo trabajo gestual de la cara. Son testimonio de una praxis facial individual que se ejercita mediante un repertorio permanente de gestos que dejan su marca en el rostro. Por lo demás, hay veces que un rostro puede parecer más viejo o más joven que el cuerpo que lo soporta; este tipo de asimetría es fruto de interacción que se produce a lo largo de la vida. La fisonomía es congénita y está marcada por la configuración craneal. Sin embargo, en un rostro que volvemos a ver al cabo de mucho tiempo, a veces encontramos una mayor coherencia en la voz, pues su sonido recuerda al rostro de antaño, aún cuando éste haya experimentado un fuerte cambio. A lo largo de la vida, el rostro sigue siendo el mismo, pero ya no es igual. —Hans Belting en Faces, una historia del rostro
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