lunes, 28 de mayo de 2018

hijos del frío y del hambre

Llevo bastante tiempo relacionando la evolución con la salud. Investigando para otros libros me di cuenta que muchos de los grandes acontecimientos a lo largo de la evolución estaban influidos por el clima. Recopilando información llegué a la conclusión de que esta influencia iba más allá. Toda la historia de la vida en el planeta está determinada por el clima. Me embarqué en esta aventura que me ha costado cinco o seis años investigando.

En la historia de la vida ha habido glaciaciones tremendas. Las que llaman bola de nieve, toda la tierra se cubrió de dos kilómetros de hielo. Se extinguieron más del 90% de las especies. También ha habido calentamientos. El último fenómeno importante fue hace 65 millones de años. Por meteoritos y volcanes vino la desaparición de los dinosaurios. Lo más importante es que a partir de ahí, la tierra no hizo más que enfriarse hasta la glaciación. En medio de una glaciación de millones de años apareció la especie humana. Somos hijos del frío. Nuestro cerebro es fruto del frío. La especie humana no se ha extinguido porque el cerebro le ha permitido adaptarse. Si tiene frío caza a un animal y coge su piel para abrigarse. Somos la única especie capaz de colonizar todos los hábitat. Los polos, la selva, las alturas o los desiertos. No hay ningún animal capaz de vivir en tantos entornos.

Hace doce mil años termina esa glaciación y desde entonces, todo ha sido calentarse. De ahí viene, por ejemplo, el diluvio universal. Fue hace ocho mil años. Con el calentamiento hubo deshielo, subió el nivel del mar de forma brusca. Lo que se conoce como diluvio fue en realidad una inundación en la zona del Mar Negro. Diversos enfrentamientos y calentamientos dieron origen a situaciones históricas. Por ejemplo, si revisamos nuestra era, a partir del nacimiento de Cristo, encontramos varios casos muy claros. Desde 1.300 hasta 1.800 hubo un enfriamiento grande que se llamó la pequeña edad de hielo. Tuvo un pico hacia el año 1.700. Media Europa se moría de hambre. Fue el sustrato para la Revolución Francesa. Los nobles estaban en sus castillos atiborrándose de comida y bien resguardados del frío mientras el resto de gente apenas tenía para comer. Con un calentamiento global, posiblemente, no se habría desencadenado la Revolución Francesa.

Un ejemplo claro es el Imperio Romano. El apogeo, sobre el año 100, coincide con un periodo cálido. Hay buenas cosechas, alimentos abundantes... El declive coincide con el enfriamiento. Las tribus del norte, muertas del frío, bajaron al sur de Europa. Invadieron la península italiana y fue el saqueo de Roma. Todos los acontecimientos climáticos influyeron en la historia en nuestra evolución. La peste negra –entre 1.300 y 1.400– coincidió con otro pico de frío.

El aumento de temperatura que hay hoy día no llama la atención. Viene ocurriendo desde hace ochocientos mil años. El inconveniente es que los valores de CO2 nunca han pasado de los 300 partes por millón. Nunca jamás. Ahora estamos en más de cuatrocientos. El calentamiento va en los patrones que conocemos, pero se ha disparado la emisión de gases invernadero. Entramos en lo que se llama el fenómeno antropogénico. La influencia del hombre sobre el propio clima.

He llegado a la conclusión de que nosotros, como especie, somos hijos del hambre y del frío. No estamos preparados para la opulencia. Hace cincuenta mil años, en plena glaciación, no había verano. En esas condiciones de enorme dificultad, la evolución jugó su papel. Somos la especie más fuerte. Ya estamos en siete mil millones de habitantes. Lo tenemos invadido todo y como no nos pongan cota, nos vamos a cargar al resto de especies.

Somos una especie obesa. El problema es que estamos diseñados para sobrevivir al hambre. Pero en la sociedad moderna opulenta y sedentaria comemos todos los días cantidades tremendas sin mover un músculo. Hacemos un uso inadecuado de nuestro diseño y nos produce la enfermedad. Es la ley de la naturaleza. Todos los seres vivos necesitan moverse y gastar energía para comer. Nosotros no. Vamos contra la naturaleza. Por eso necesitamos salir a correr a las siete de la tarde.

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