Al recorrer nuevamente las calles de Lavapiés compruebo que uno de los bares donde solía tomarme una caña antes de comer, el
Castilla, está cerrado y con un cartel de
Se Alquila. Mi mayor actividad en este bar la desarrollé en año 2007, abandonándolo más tarde por las deliciosas tortillas con cebolla que en
La Rosa ponían recién hechas. El cierre de un bar clásico de tapas es una desgracia. Y lo es también la tendencia esteticista y aséptica de los nuevos bares. Un amago de añoranza aparece al ver su fachada, los ventanales a través de los que me entretenía mirando el bullicio de la calle. Es por eso que rescato algunos dibujos de mi diario de aquel año.
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