lunes, 12 de agosto de 2013

de calatayud al serrablo




El coche murió. Visitamos el Monasterio Cisterciense de Santa María de Huerta. Lo mejor el ofertorio iluminado por grandes ventanas todas iguales. Una extraña escalera empotrada en el muro para subir al púlpito.

¡Sardinas a trescientas, calamares con gabardina a trescientas treinta! Han de ser congelados. La mañica de atrás engaña a su marido y le llama inútil no dejes la carne ahí que no le hace bien el aire acondicionado del autobús que nos lleva a Zaragoza todo lleno de mañicos a 1.305, no tendrá usted el durico. En la parada torreznos con vino tinto de este joven que ponen aquí frío y para mi señora una cocacola sin alcohol, y los camareros se ríen tiernamente porque ya es mayor y de algún pueblico.

El revisor pone una cinta de rumbas de esas que levantan dolor de cabeza. Ya hemos tenido bastante esta noche. Los de atrás comentan que tampoco pegaron ojo. Él estuvo a punto de vestirse y salir de tira, y ella oye por lo menos hemos descansado las piernas.

Para en todos lo pueblos y luego Zaragoza. Vendrán a por nosotros a Huesca. Manolo tómate la manzanilla, dice la señora a su canario y se pone la rebeca en el cuello porque el aire acondicionado no le hace bien.

Milagrosamente llegamos a Sabiñánigo. Después de una siesta vamos a Lárrede y Jaca. En Lárrede la maravillosa Iglesia de San Pedro, sencilla, austera, del románico aragonés. Las luces se encienden metiendo veinte pavos. Enfrente, la Casa Isábal, excelente ejemplar de casa serrablesa del siglo XVII que la hija heredera nos enseña por veinte duros. Bonitos suelos de cantos rodados haciendo dibujos, la cama encajonada en una pequeña habitación separada con cortinas. Mansos gatos. Colores y Colores Júnior. Entre la niebla por el Valle del Tena hasta Jaca, donde soportamos un tormentón. Cenamos a la vuelta, en el Hotel Sabiñánigo. En la cafetería cantan jotas.

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