viernes, 8 de febrero de 2013

sucre





Cogemos una habitación fresquita en el patio de Las Charcas, frente a San Francisco. Sucre resulta ser una ciudad demasiado calurosa. Parece que estuviéramos en España. A veces en Almagro con el soletón dando en las fachadas blancas. Iglesias encaladas en plazas llenas de palmeras y algún ficus centenario. Aquí los niños juegan con bicicletas y se ven motos por las calles (¡lo nunca visto en el viaje!). La gente se divierte en el Parque Bolívar. Las cholitas llevan la falda más alta y sombrero de paja de ala ancha. Quesos con y sin poros, todos saladísimos, en el Mercado Central, y pollos criollos que queman para limpiar. La gente no es demasiado simpática. La chilena Johanna nos dice que aquí son asperones, que donde la gente mola en donde hay clima tropical, en Santa Cruz, ese es el sitio.

-En Copacabana y La Paz hemos encontrado tanta gente maja, que no creo que haya que pasar tanto calor para enrollarse.
-Pero como en Santa Cruz...

Johanna ha venido de Chile en plan hippie, ya que esto es mucho más barato. Vende pulseras por la calle. Nos regala una a cada uno. A Doña Beni y Don José María, dice. Está un poco tomada. Nos dice que tiene problemas de corazón.
-Pues el tabaco no te va a ir bien, le digo mirando su cigarro.
-Mal de amores, me dice riéndose de mi estupidez.

Resulta que se ha enamorado de un chaval de aquí, que es demasiado materialista, no piensa más que en el carro y la plata, y no piensa dejar familia y sustento para irse con esta peladita. La dibujo y ella nos pone un texto de agradecimiento. También es poeta, monotemática. Le digo que piense que se levanta por la mañana y han pasado cinco años. Pero ella se ve con unos cuantos niños. No tiene arreglo. La invitamos a una Paceña y nos vamos a la siesta.

Nos despertamos con la música y los cohetes, el Carnaval. Los chavalillos tiran bombas de agua y disparan con pistolas de plástico. Recogemos las fotos de la nueva cámara, una cagada. Habrá que dibujar. En el Parque Simón Bolivar sería una tarde perfecta de domingo si no fuera por la guerra del agua. Usamos de escudo a víctimas inocentes. Los chavales quieren mojar las camisetas a las chicas. Los más pequeños bailan. Los vendedores de algodón de azúcar de fresa los protegen en bolsas.

¡Se está tan bien en este quiosco de madera y esta señora tan agradable que nos trae unas papas, con esta luz que no acaba de cerrarse, la atmósfera de paseo y las risas a lo lejos! Mamen nos ha dejado un número de celular en el correo. La llamamos, está aquí al lado. En cinco minutos estamos en su hotel. Tiene la nariz roja del sol. Nos invita a un sandwich y una cerveza. Nos habla de su trabajo. Sus visitas a comunidades donde los proyectos se materializan. Estamos bien hasta que puede el sueño. Hasta mañana pues.




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