La vista llenó el cielo del norte; su inmensidad era apenas concebible. Como del cielo mismo, grandes cortinas de luz delicada colgaban y temblaban. De un verde pálido y rosa, y tan transparentes como la tela más frágil, y en el borde inferior de un carmesí profundo y ardiente como los fuegos del infierno, se balanceaban y relucían libremente con más gracia que la más hábil bailarina. Lyra pensó que incluso podía oírlos: un vasto susurro distante.
Gracias a la página de los Royal Museums Greenwich podemos adentrarnos en el fascinante mundo de las auroras, llena de enlaces interesantes como este texto de Phillip Pullman, esta maravillosa foto de Carlos F.Turienzo en su Instagram, y mucho más.
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