Una vieja campesina muy flaca estaba ante el ángel del Juicio. Exactamente detrás de ella estaba el pozo sin fondo, lleno hasta el borde, en el que nadaban y forcejeaban los condenados, presa de la desesperación. El ángel le preguntó si recordaba alguna buena acción en su larga y avarienta vida. La anciana no recordaba ninguna. El ángel gritó: ¡Piensa! ¡Piensa! ¡Ni siquiera una? Mientras, la empujaba hacia el pozo. En el borde mismo, la campesina exclamó: ¡Una!¡Sí, una!... En cierta ocasión había dado una cebolla podrida a una mujer hambrienta. El ángel la empujó al interior del pozo. Luego le ofreció, por el tallo, una cebolla podrida. La anciana se agarró a ella y empezó a salir del pozo. Pero otras almas desesperadas se le agarraron de la falda y también salían con ella. La campesina empezó a repartir patadas y a gritar: No; la cebolla es mía. ¡Soltadme! ¡La cebolla es mía! El tallo se rompió y la anciana descendió para siempre al pozo sin fondo.
Ford Madox Ford en El impulso. Alba Editorial. Barcelona 1998. Traducido del inglés por José Luis López Muñoz
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