Mientras en la mayoría de los pueblos de la provincia no llegaría el agua corriente hasta finales de los sesenta, muy cerca, entre Valenzuela y Cañada, en el municipio de Pozuelo de Calatrava, ya existía en 1900 un balneario con duchas y baños. Era el balneario llamado Hervideros de la Fuensanta que, aprovechando un manantial de aguas termales bicarbonatadas, tenía un estanque con gradas de piedras calizas y unas estancias para albergar a los bañistas. Era uno de los más afamados del centro de España por su alta concentración de CO2 en sus aguas termales, lo que hacía que bulleran como hirviendo, de ahí su nombre.
Este manantial está ligado a la actividad hidrotermal asociada al volcanismo reciente del Campo de Calatrava, especialmente importante en la fosa tectónica de El Chorrillo que se prolonga en dirección NW-SE, desde Ciudad Real hasta Aldea del Rey. En ese accidente tectónico aparecen, además de los Hervideros de la Fuensanta, una alineación de hervideros y manantiales termales entre los que destacan los Baños de la Sacristanía (Calzada de Calatrava), el Hervidero y la Fuente de El Chorrillo, Los Baños de San Cristobal y los hervideros de Villafranca (Pozuelo de Calatrava) y los baños del Barranco y Chico y el Baño de la Fontecha (Aldea del Rey).
Como vemos en las fotos, las instalaciones eran de grandes dimensiones e incluían el hospedaje, cocinas y comedores, patios y jardines de ocio, baños y duchas, capilla y fuente de agua agria y herrumbrosa, con un sabor de cerveza floja, para beber. Actualmente están arruinadas, después del deterioro al ser poco a poco abandonadas durante la decadencia de los balnearios en la primera mitad del siglo XX, y finalmente perdidas, desde que en 1994 se abriera un pozo en el Jabalón que secó el manatial y las ocuparan una granja ganadera.
En el siglo XVII, el Doctor Limón, de Puertollano, ya habla de los hervideros del Xabalón, aunque dando poca importancia al que nos ocupa. A pesar del ninguneo institucional, la gente de la comarca los usa para acabar con sus males. Se bañaban desnudos sin orden ni pauta médica, lo que hizo que la concurrencia aumentara y no pudo menos que introducirse en ellos el desorden y la indecencia. En el siglo XVIII, el Infante Don Gabriel, dueño de la Dehesa de Villafranca, donde se encuentran, manda construir un estanque cuadrado con cinco gradas alrededor y unas mínimas instalaciones. La gente usaba los carros para guarnecerse y el guarda una choza. En 1817, el Doctor José Torres no obtiene la plaza del balneario de Ledesma en oposición, pero alcanza tan alta nota que lo destinan al de Fuensanta, aún no construido. Se levantarán sus instalaciones dos años más tarde. En el año 1818 se habrían bañado allí unas 6000 personas, según informe de la visita del Doctor Bañeza, sorprendido de que un sitio con tantas incomodidades pudiera atraer a tanta gente. En 1819 se construye una casa, se excava y se entuba el manatial. Los planos de Isidro Velázquez, hoy perdidos, correspondían a un soberbio proyecto que le valió el sobrenombre de El Escorial Hidrológico; pero nunca se realizó. Solo se hizo una casa pequeña, las Guerras Carlistas paralizaron las obras. En 1833 los hervideros pasan a manos públicas, el Tesoro Público sería el dueño del de Fuensanta. En 1837, la partida de Palillos aterroriza la comarca. Los comandantes carlistas de la provincia suspenden los baños. El 7 de junio de 1840, la partida de Palillos, ya muerto su líder, arrasaron los Hervideros quemándo las instalaciones y talando casi todos los olmos plantados veinte años antes. En 1841 visitaron los Hervideros 3000 bañistas, volviendo a los carros y chozas, más romeros que enfermos.
En la segunda mitad del XIX la burguesía urbana los adquiere en subasta. Finalmente, Francisco Coello los compra con ánimo de lucro. En 1859 se señala que sus pocas habitaciones solo se podían ocupar con recomendación y pagándose como gabinetes de lujo. Construyó dos edificios: uno de habitaciones llamado Triana y otro de fonda, los dos de pésimo gusto, según comentarios de la época. Los problemas financieros de Coello hacen que la venda en subasta, a la que no se presenta ningún postor. Pasó a manos de Andrés Arango, el prestamista. Arregla desperfectos, cambia de director médico y los arrienda. En 1877 acudieron 482 enfermos, la mayoría de Ciudad Real. En el 78 fueron vendidos a un almagreño, José Benítez Nieto, que con importantes obras, basadas en sus visitas a otros balnearios, logra un importante prestigio y desarrollo para los Hervideros. En el 79, a pesar de la subida de precios, se duplicó la concurrencia. En el 80 continúan las mejoras y se plantan muchos árboles. Benítez sigue sus mejoras con un gran esfuerzo económico: se trae el agua potable. En el 85 una epidemia de cólera provoca que no haya clientes. En el 89 muere el propietario. Su viuda lo renueva, aunque el paludismo retrae las visitas. En el 93 aumenta la concurrencia. La propiedad de los hijos supone un cambio de director médico y un aumento de concurrentes acomodados, ya con duchas y pararrayos. Al fin de siglo se han hecho más obras de seguridad, solo queda traer el teléfono. No se paró de hacer mejoras, aunque sin llegar nunca al proyecto de Isidro Velázquez, en 1900 tenían el maravilloso aspecto que muestran las fotos.
Fuentes:
Fotos Archivo UCLM
Texto: Los Hervideros de Fuensanta, historia de sus orígenes y desarrollo en el siglo XIX, de José Luis Barrera Morate
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