Después de una espera en la cola frente a la puerta, el suficiente tiempo para hacer el dibujo de arriba, Manuel, el vigilante, nos deja pasar en grupo. Pasamos por una taquilla antes ocupada por solteras, solían ser chicas de 14 a la edad en que se casaban, de 18 a 21 años. Entonces recibían la dote, que no era otra cosa que la liquidación. También había algunas solteronas y viudas (a las que respetaban su puesto de trabajo antes de casarse). Los pasillos son abovedados y cubiertos de azulejos blancos, con algunas zonas enmarcadas con azulejos sevillanos de color, de más calidad. El suelo parece una colmena con baldosas de cemento hidráulico hexagonales. Los anuncios originales, en azulejos, también se conservan (pues se encontraron debajo de todos los de papel posteriores): Perfumerías Gal, Almacenes Rodriguez, Relojes Longines, Cafés La Estrella, Agua de Carbaña... El jefe de estación con gorra está en una pequeña cabina en el andén. Los coches son metálicos con un sistema de alimentación eléctrico copiado de los tranvías. Los llevaban el maquinista y el jefe de tren, que cerraba y abría las puertas desde el primer vagón. Pero para ver los antiguos coches tendremos que ir a la estación de Chamartín. Allí seguro queda alguno de aquellos adhesivos pegados en los cristales de las puertas que rezaban: No obstruyan las puertas. No introducir el pie entre coche y andén, que con unos retoques gamberros quedaban de esta forma: No huyan las putas. No introducir el pene entre... Un retoque muy popular que la guía parece desconocer.
El proyecto arquitectónico es del arquitecto Antonio Palacios, famoso por su participación en el Palacio de Comunicaciones, el Casino de Madrid, el Hospital de Jornaleros, el Círculo de Bellas Artes, etc. Otamendi y sus socios se encargaron de hacerlo realidad con solo la financiación de cuatro millones de pesetas del Banco de Vizcaya y uno del rey Alfonso XIII, que animó a otros pequeños inversores. Se inauguró en 1919, una línea de cuatro kilómetros de Sol a Cuatro Caminos, con trenes de cuatro coches. A pesar de que se cogió como modelo el metro de París, la forma de alimentarse los trenes de electricidad fue diferente: el contacto sería por el techo, y no por el suelo, mucho más peligroso.
El metro tuvo mucho éxito. En 1921 se amplió la línea hasta Atocha. En el 24 se inaugura la línea de Sol a Ventas, se ponen a la venta los billetes de ida y vuelta y se abre la central eléctrica de Pacífico. En la Guerra Civil las instalaciones se usan como refugios antiaéreos y los bombardeos las deterioran. En los años 40 y 50, con las restricciones de combustible, aumenta el número de usuarios. En los 60 se alargan los trenes con dos coches más. Se cierra la estación de Chamberí. Años después, completamente abandonada, los mendigos empiezan a ocuparla para dormir, entrando por el túnel desde las estaciones vecinas, a partir del cierre del servicio. Algunos viajeros ven luces y siluetas desde los trenes que la cruzan sin parar. Se crea una leyenda de fantasmas, que va engrosándose con el boca a boca. Dicen que aparecen muertos de la guerra. Empiezan a llamarla la estación fantasma. Iker graba unas psicofonías. Aparece en las rutas turísticas del Madrid misterioso y se celebra algún Halloween.
Esta estación museo forma parte del conjunto de museos suburbanos del Metro denominado Andén 0, que incluye también la Nave de Motores de Pacífico, el Museo de Coches de la Estación de Chamartín, el hall de la Estación de Pacífico, el yacimiento del los Caños del Peral y el yacimiento paleontológico en la Estación de Carpetana.
La visita es recomendable, mejor un día laborable para no hacer cola. Que sea de balde no menoscaba la maravillosa explicación de la guía, que está estupenda.
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