Increíble lo que estos dos botanófilos, Augusto y Ana, saben sobre nuestras plantas silvestres. Han llegado a estudiar y clasificar hasta 2.500 plantas en su herbario, que nos enseñan orgullosos de sus acotaciones en pluma de ganso y nogalina. Ellos nos pasean por el campo y, aún entusiasmados, nos van descubriendo que no hay mala hierba, que gran parte de ellas pueden tener una aplicación en la cocina, con el plus de sus propiedades medicinales. Nos las dan a probar, mezclando hojas de uña de gato con ombligo de Venus y unas flores de malva envueltas en una riquísima hoja de amaranto. Plantas diuréticas, cicatrizantes, para el pelo, digestivas, coronarias, para las vías respiratorias, para las hemorroides... nuestra tierra es una farmacia viviente que ellos han descubierto poco a poco en los libros clásicos, en la sabiduría popular y su propia práctica. Y ahora, generosos, nos la enseñan.
Gracias Maite. Y a Guillermo por sus deliciosas comidas y otros mundos paralelos.
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