Entonces solía tomar el café en el Maribel, hoy ya derrumbado, la caña en el Castilla, por sus personajes, y la copa en el Lavarte, hace años cerrado. La Antoñita nos visitaba y en el patio de casa aún no habían cortado los árboles. Dibujaba con un edding marrón con un toques de acuarela. Parecía que el barrio no pararía de ofrecerme cosas nuevas.
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