Entre todas estas alumnas y alumnos, además de otros amigos como Antonio Portela o Soledad Berrocoso, que aportaron piezas, comida o trabajo, conseguimos llevar a cabo una cocción que, como suele ocurrir en este tipo de hornos tuvo aciertos, desaciertos y alguna desgracia. Hay quien dice que un setenta por cien de piezas válidas ya es un éxito en un “anagama”. No sé exactamente en cuánto habrá estado el porcentaje en esta ocasión, pero, para mí, la cocción fue, si no un éxito, al menos muy satisfactoria.
Otra cosa es que los resultados, con restos pegados, ceniza fundida encima de las piezas, “flashing”…, en resumen: el carácter “brut” (bruto, en castellano, o “sucio”, en catalán) no sea del agrado de todo el mundo.
La cocción se desarrolló con unas 10 primeras horas muy lentas, incluso comenzando con un precalentamiento con gas, seguida de unas 20 horas en que el horno iba subiendo de temperatura a un buen ritmo. Las últimas 10 horas estuvieron dedicadas, más bien, a evitar que subiera demasiado deprisa. De este modo, casi sin querer, fueron cayendo los conos, sacamos los testigos que utilizamos para asegurarnos de que los esmaltes estén fundidos y, aunque el pirómetro se empeñaba en marcar de menos, dimos por terminada la cocción (posteriormente descubriríamos que quizá habría sido bueno alargar la cocción 3 o 4 horas).
El hecho de que en esta cocción se han reunido tantos y tantas ceramistas es un reto, ya que es muy difícil que, sin pruebas previas de pastas, esmaltes y técnicas todo salga bien. Sin embargo, lo más importante para mi fue ofrecer la oportunidad de conocer este tipo de cocciones, ya que las posibilidades de participar son muy escasas, dado el número de hornos de este tipo que hay en nuestro entorno. En este sentido esperamos poder seguir ofreciendo esta oportunidad en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario