Maruja Mallo no fue musa ni inspiración de la Generación del 27, como se ha querido hacer creer en numerosos textos publicados, sino que ella es miembro del grupo por derecho propio.
Una mujer rompedora, transgresora y valiente, que llega a Madrid en 1922 para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde conoce a importantes intelectuales de la escena cultural española como Dalí, Buñuel, Lorca, María Zambrano… Participa en el grupo de Las sin sombrero, todo una provocación para la sociedad de la época. Su primera expo individual viene de la mano de Ortega y Gasset y se realiza en los Salones de La Revista de Occidente en 1928, donde expuso 30 estampas y 10 cuadros, entre los que se encontraban los cuatro lienzos de la serie Verbenas, en los que Mallo retrata las fiestas populares madrileñas, en las que todo es posible, mostrando escenas abarrotadas de personajes que la artista trata con un trasfondo irónico.
Su relación con la Escuela de Vallecas provoca un cambio radical en su obra. Usa colores oscuros y temas con esqueletos, cloacas y miseria, cercana al surrealismo. Expone en París.
Entra en contacto con el grupo de Arte Constructivo, liderado por Joaquín Torres-García, lo que marcara el resto de su trayectoria artística.
Maruja Mallo muestra su obra, principalmente sus diseños para cerámica. |
Antes de su exilio en Argentina expone en la sede de ADLAN, donde presenta los dibujos Construcciones Rurales (1933-1935) y sus cerámicas. La muestra incluye La sorpresa del trigo, germen del ciclo La religión del trabajo, que completará en Argentina entre 1937-1939. Esta serie, como apunta Pérez de Ayala, son obras de gran poder plástico, fuerza iconográfica y profunda carga humano-política. La pieza El canto de las espigas (1939) cierra la serie y un ciclo en la vida de Maruja que acepta tener que quedarse en el exilio durante mucho tiempo. En sus 25 años en el exilio, su obra se centrará en la naturaleza, los colores y las luces pero siempre pasando por el filtro de la geometría.
Bocetos para cerámicas de 1935 |
El hecho de que trabajase con la Escuela de Cerámica de Madrid para la elaboración de sus cerámicas, de las que aún se conservan sus bocetos de 1935, con temas como peces, carneros, espigas y hojas de olivo, y toda su trayectoria reivindicativa y feminista (recordemos que en 1985 se sentó varios días en ARCO frente a la escultura Manuel de Rodrigo, que había escandalizado al país por su destape homosexual, diciendo cosas como ¡Ay, si esto lo viera Federico! [García Lorca]), ha impulsado a la Escuela de Cerámica de La Moncloa a homenajearla en este 8 de marzo. Mi pequeña aportación ha sido esta ilustración plana para imprimir camisetas a una tinta violeta en serigrafía.
Vaya desde aquí mi aplauso a los dos.
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