miércoles, 8 de noviembre de 2023

perros precolombinos

El Itzcuintli en la cerámica precolombina



    El estudio arqueológico de restos antiguos de perros de América ha demostrado que los canes llegaron al continente hace aproximadamente diez mil años, con los primeros grupos migratorios humanos.

    Los investigadores indican que el Itzcuintli, también conocido en el México prehispánico como perro común, es del que se derivan el xoloitzcuintle y el tlalchichi. 

    En 1950 el británico Norman P. Wright emprendió una expedición por las comunidades costeras de Oaxaca y Guerrero en busca de los tres perros nativos desaparecidos de la zona centro del país (el itzcuintli, el xoloitzcuintle y el tlalchichi), ya que ahí llegaron las migraciones indígenas provenientes de la zona centro de México en donde los frailes prohibieron cualquier rito religioso no católico con estos animales, por lo que la población dejó de usar y reproducir a los canes. Las restricciones a las tradiciones provocaron una migración de tribus de la zona centro a la costa del Pacífico. Los pobladores llevaban a sus perros consigo. 

Tlalchichi
    Solo encontró al segundo de estos tres perros: el Xoloizcuintle. Es la única raza cuya historia inicia en el interior de la civilización mesoamericana y llega hasta el presente. El factor más importante que contribuyó a la desaparición de las otras dos especies fue una ordenanza de las autoridades españolas en el siglo XVII para acabar a través del envenamiento con todo aquel perro que estuviera en las calles de la Nueva España.

    Los principales rasgos del Xoloizcuintle son la atriquia (alopecia) y la dentición permanente incompleta y morfológicamente sencilla y simple. El término médico de esta condición es displasia ectodérmica autosómica dominante, y en una camada de esta raza siempre habrá ejemplares que la presentan y otros que no, sin niveles intermedios, ya que su composición genética impide la formación de homocigotos dominantes, y por tanto, el nacimiento de ejemplares puros. Todos los perros de la camada, pelones y no, son portadores de los mismos genes.

    Un estudio de biología molecular de 2010 demostró que todos los perros pelones del mundo derivan de un ancestro común, el cual sufrió una mutación en un gen del cromosoma 17, consistente en la duplicación de la secuencia de siete bases nitrogenadas que impiden la formación de una proteína fundamental durante el desarrollo del ectodermo, dando como resultado que este no progrese de forma normal. El investigador también compartió los resultados de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo, en cuyo contexto el Xoloizcuintle es solo reconocible por el aspecto dental, sobretodo por la ausencia de piezas dentales, principalmente premolares. En tiempos prehispánicos, esta raza estaba asociada a contextos muy variados, desde los ceremoniales, rituales y funerarios, hasta domésticos e incluso como rellenos constructivos. Desde el punto de vista del uso que se les daba, no había una distinción relevante con el resto de razas.

    En 1993 se descubrieron en la ciudad arqueológica de Tula (Hidalgo) los primeros Xoloinzcuintle arequeozoológicos. Se trataba de un grupo formado por dos adultos y tres crías que aparecieron como compañeros de difuntos, junto con ejemplares de otras razas, en entierros ocurridos en el siglo VII dC. Se determinó que los individuos enterrados formaban parte de grupos de migrantes de poniente. Desde entonces, los estudios arqueozoológicos han determinado que los perros pelones mexicanos aparecieron hace dos mil años en el occidente del país, y que para el siglo XV ya se encontraban en el norte de Argentina. La reconstrucción de la dispersión de esta raza durante dos mil años, lo convierte en un buen elemento para reconocer procesos migratorios y de interacción entre culturas.

    Frida Kahlo convivió con ellos y Diego Rivera en la Casa Azul (Coyacán, México DF) hasta su muerte en 1954. Los adoptó y pintó en sus cuadros por ser una raza canina propia de México, descendiente de los perros pelones precolombinos. En sus obras, los llamaba El señor Xolotl, en referencia al nombre original de la raza: Xoloitzcuintle, que significa Perro de Xólotl o Perro monstruoso. Es interesante hacer notar que en los grupos nahuas, Xolotl (nombre que Frida daba a su perro) era representado por un perro que según su mitología era el encargado de conducir las almas de los difuntos a través de los recovecos del inframundo. Su principal atributo es el movimiento (ollín), pues su tarea consistía en llevar la luz, de la que era portador, al otro extremo del mundo.

    En el libro Historia General de las Cosas de la Nueva España, Fray Bernardino de Sahagún indica que el tlalchichi era un tipo de perro rechoncho cuya carne era buena para comer, de hecho cuenta que era la preferida, por encima del la de xoloitzcuintle. Se cree que el tlalchichi era una especie de perro derivado de una malformación genética, concretamente enanismo, derivada del itzcuintli. Por eso se cree que el tlalchichi es el abuelo lejano del actual chihuhueño.

Cerámica de la Funeraria González
    Hoy prevalece la misión religioso/mitológica del itzcuintli. Las funerarias publicitan que no debe faltar en los altares para niños el perrito en juguete para que las ánimas de los pequeños se sientan contentas al llegar al banquete. Se dice que el perrito izcuintle es el que ayuda a las almas a cruzar el caudaloso río Chiconauhuapan, que es el último paso para llegar al Mictlán
 ColegioNacional


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