Tras largos años de investigación de la familia, especialmente de la gemela viva, María José Picó, el fiscal encuentra irregularidades suficientes como para exhumar el cuerpo de la bebé. Cincuenta años después de su entierro, se abre la fosa común, donde se encuentran la huella de la caja y los clavos, pero ningún resto óseo. Se profundiza en la fosa hasta llegar a algún hueso, para determinar su ADN. No era de un familiar.
El fiscal empieza a dar justificaciones ambiguas. La investigación se paraliza, incluso después de otra exhumación en que aparece una cajita donde solo había unas losetas cerámicas.
¿Podemos entender por qué en democracia es tan difícil averiguar la verdad sobre los casos de crímenes de lesa humanidad de la terrible represión franquista? ¿Es que nadie puede apaciguar el enorme dolor que produce la imagen constante de una caja vacía?