Luisa Toledo era de un territorio de resistencia contra la dictadura cívico-militar en Chile. Villa Francia, que con otros pueblos fueron iconos de resistencia y organización popular contra la dictadura. Se organizaron en barricadas, cocinas comunes y todas las luchas en las calles. También estuvo vinculada al cristianismo de base, el popular cristianismo de la teología de la liberación. Ella viene de esta tradición, sus hijos e hijas la heredaron junto con la participación en el MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, emblemático en la resistencia y lucha contra la dictadura. Estos jóvenes organizados fueron asesinados y fusilados por la policía, dos de ellos cerca de la casa de Luisa Toledo. Durante tres décadas ha luchado constantemente por la justicia para sus hijos. Literalmente, los tres casos fueron eliminados sin posibilidad de arresto o encarcelamiento. Con la fuerza de Luisa se siguió el caso, pero aún no hay justicia, los que orquestaron o llevaron a cabo los asesinatos no están encarcelados. Luisa se convirtió en un ícono de todas las luchas que acompañaron a la madre del mapuche Matías Catrileo, y de quienes perdieron la vista en la revuelta. Ella, junto a su compañero Manuel Vergara, son nuestros grandes referentes. Pudieron articular estas luchas, pero también la esperanza del pueblo, pueblo mapuche, pueblo chileno, en diferentes instancias. Machi Francisca Linconao estuvo presente en su velorio, todas las organizaciones y movimientos sociales estuvieron allí, hicimos vigilias, organizamos desfiles. Además, de una manera maravillosa, tuvo un discurso que nos emocionó mucho: dijo que estaba cansada y que veía que la violencia era necesaria en respuesta a la violencia estructural. Estaba enojada porque nunca logró alcanzar la verdad, la justicia y la reparación, por lo que conectó con la naturaleza radical de la ira, pero también con la naturaleza radical del amor.
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