Lo más asombroso de este pequeño bar de la calle Azucena (detrás de la catedral) de Ciudad Real, es que toda la carta de montados, tostas, fritos, platos y raciones no es más que un catálogo de tapas. Es por eso que curritos y estudiantes a la hora del bocata vienen a tomarse unas guitarras, hamburguesas, raciones de bravas o calamares al precio de la caña. ¡Y tiene una máquina petaco!
La última vez que lo visitamos estaba a tope, y él se dedicaba a atender una enorme terraza que había puesto en la placita frente a la catedral. Nos cobró cuatro euros por dos cañas sin alcohol, y decidimos que ya no merecía la pena. Por ese precio hay varios bares en Ciudad Real en que puedes beber un bien vino y una tapa con una elaboración más delicada. Seguro que él estaba mucho más contento con su nueva clientela.
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