La contemplación de los vídeos de Adam Magyar nos aproximan a la comprensión del efecto producido por las primeras proyecciones de la historia del cine. Montó su cámara de alta velocidad en los trenes cuando estaban deteniéndose en estaciones de Tokio, Nueva York y Berlín, y filmó a la gente esperando a cincuenta fotogramas por segundo. La impresión es la de movernos, quizás flotar, entre gente inmóvil. Puedes verlos aquí.
Gracias Enrique
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