domingo, 5 de enero de 2014
madrid en el cuaderno diminuto
Desde la carretera vemos una nube negra sobre Madrid que nos enturbia la lectura, ensombrece el ganado de aquel lado de Texas y enmohece el bizcocho de Halmea. Los cristales de la camioneta chorrean cuando llegamos. Justo en el momento, dice Beni.
Desayunamos en La Casa Encendida. La cafetería la han convertido en una casa de menús ligeros a 11,50. Paseamos por Lavapiés (desaparece el José Luis y sus chaquetillas de los impares de Ave María) y comemos un menú japo en el Hong, con ese olor a aceite rancio de los chinos. El arroz del maki está blando y pegajoso, el alga hace tiempo que no cruje.
El centro está plagado de gente comprando ropa barata que queda en la puertas de la DGS, sonriendo en las rejas de las mazmorras. La torre de la telefónica tiene el reloj azul y ya no parece la cabeza de una gamba cocida. Van en una y otra dirección sin saludarse, sin reconocerse, sin verse. Yo los dibujo desde el escaparate del McCafé frente a La Mallorquina. El asfalto y los adoquines de granito brillan. También las negras cortezas de los árboles.
Beni descansa con el payaso de Gary Grant tocando el piano en el carromato de madera de un circo mientras me asombro con el paisaje de tejados y las agujas elevadas de la torre del Calderón, la bola de cristal de los Almacenes Simeón, la punta de San Sebastián y el pirulí. Dibujo la calle Doctor Cortezo mojada desde arriba y luego desde abajo.
En el Cine Doré vemos una restauración impresionante de Downhill, una peli muda del 27 de Hitchcock, donde un honrado, bondadoso y generoso hijo de papá va camino de la perdición por culpa de las mujeres malas malísimas. Ciencia ficción sin apenas efectos especiales pero sí trucos rebonitos.
Hasta las once los súper siguen abiertos, han colocado todo tan bonito que parece que comprar es un espectáculo para el ocio y la gente se divirtiese más que en el teatro. Pillamos leche fresca y nos vamos corriendo, antes de que alguien nos detenga por estar en la calle ahí parados sin comprar nada.
Hud, el salvaje de Larry McMurtry y La gran aventura de Silvia (1935) de George Cukor
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