sábado, 20 de junio de 2020

sobre el tutú



Primera edición.

Voluntariamente escatológico, erótico y alegremente nietzscheano en su desmembramiento moral de fin-de-siècle. El tutú es a la vez una especie de delirio decadente final y también un nuevo proto-modernista al estilo de Ulises.  Ahora que lo he leído, todavía me parece demasiado bueno para ser verdad: el enlace desconocido y perdido entre los franceses de fin-de-siècle y de Alfred Jarry Ubu roi y todo lo que iba a seguir. Artbook.


Erase una vez un excéntrico editor francés de nombre León Genonceaux que, allá por el año 1891, publicó un extraño libro de título "Le tutu. Moeur fin de siècle", firmado por Princesa Safo y que formaba parte de un catálogo bizarro de obras de mal gusto seleccionadas con un dudoso criterio de calidad, entre las que se encontraban, para bien o para mal, "Los cantos de Moldoror", del Conde de Lautréamont (pieza citada, por cierto, en el libro que nos ocupa) y los poemas de Arthur Rimbaud.
La obra, inmoral, juguetona, absurda, paródica y desagradable no está hecha para estómagos delicados. Difícil de digerir, produce, no obstante, un curioso efecto hipnótico. La indisciplina hacia el orden establecido, eclesiástico, político, racional del infantil y caprichoso Mauri de Noirof le permite mantener una libertad que todos deseamos, sin llegar a los extremos narrados en esta ficción, por supuesto. La atracción que se siente ante lo prohibido, lo incorrecto, lo salvaje, lo animal nos arrastra hacia la pesadilla que, sin quererlo ni beberlo (recordemos que nadie pudo volver a leer el libro hasta cien años después de su presentación), se nos muestra como antecedente de muchas invenciones literarias, pictóricas y cinematográficas. Y debería entenderse así, como creación de un visionario, más que como joya de la literatura.
(¡Ah!, ¿qué no me he definido? Vaya, lo siento. Me reí, me asombré, sentí asco, repulsión, terror… ¿Cuántas otras chorradas me producen semejantes sensaciones? Pocas. El tutú es la gran chorrada). 
José A. Muñoz.


 El libro en cuestión es un desacato a la autoridad, un ejercicio de imaginación sin límites en el que el protagonista, Mauri de Noirof, joven parisino depravado, pilla enormes borracheras con prostitutas y cocheros, dilapida fortunas, inventa medios de locomoción de velocidades inverosímiles (París-Lyon en 17 segundos), se casa con Hermine, una obesa alcohólica de familia riquísima y delincuente, es nombrado ministro, se enamora de su madre y mantiene relaciones no-sexuales y cargadas de necrofilia y esputos con ella, participa en orgías con obispos, se acuesta con una mujer doble, Mani-Mina y tienen un hijo de cuatro cabezas que amamanta él mismo gracias a la ayuda de Messé Malou, un sabio inventor que también ha descubierto cómo hacer al hombre inmortal: cuando presenta sus maravillas al gobierno francés, “la perturbación producida por este acontecimiento sacudió el mundo entero. La humanidad se convertía en gelatina”.
El Tutú forma parte de este continente sumergido que sólo vemos raramente, como al cometa Halley o ciertos eclipses totales; es miembro de la tradición de la revuelta, de la imprecación, del delirio, de la parte loca de nuestra sociedad que sustenta, equilibrándola, la cuerda: la visión del orate, la contrapartida necesaria para no volverse loco del todo con tanta cordura. 
Martí Sales.


El Tutú, Princesa Safo. Trad. Gonzalo Pontón. Blackie Books, Barcelona, 2010. 200 pp.

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