Cada día empieza una nueva vida, una nueva oportunidad. En ésta preferimos empezar con buen pie a la fresca y la paz de la plaza, en la terraza de la Casa de Cultura. Cecilio aún trae el pelo mojado de la piscina y Sergio no ha dormido y aparece fresco como una lechuga con noticias del bicicarro. A la izquierda el convento de las agustinas recoletas con su iglesia simple en la que se puso todo en la puerta, con dos retorcidas columnas toscanas. Llegan las tostadas y los cupones con acento de Bolaños. El camión no se atreverá a regarnos. Yo alucino con estos ailantos, los más gruesos que jamás haya visto, el de la derecha una pasada, a punto de reventar la barandilla. Aquí también los llaman acacias. Alguien se enciende un cigarro y la chispa del mechero me despierta una neurona. Una neurona que quiere salir del triste letargo del yonqui que lo dejó.
¡Qué bonitas y frondosas pelucas con troncos!
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