jueves, 2 de agosto de 2018

las arpilleras de violeta parra











No existe empleo ni oficio
que yo no lo haya 'ensayao'…

De sus padres (un maestro rural de ideas avanzadas y una modista) aprendió a amar la cultura. La suya era una familia numerosa, con cinco hermanos de los que Nicolás Parra resultó ser un prestigioso poeta. Violeta tuvo una niñez difícil, aquejada de varias enfermedades, creciendo con una débil constitución física. Estudió Magisterio en Santiago de Chile, y llegó a dominar varios instrumentos como la guitarra, el charango, el cuatro, el arpa, la quena, también otros de percusión… De cantar boleros y canciones populares españolas y mexicanas pasó a concentrarse en el estudio, búsqueda e interpretación de antiguas piezas folclóricas andinas, al punto de recopilar más de tres mil.
Su primer matrimonio con el obrero ferroviario Luis Cereceda, en 1938, marcaría buena parte de la línea ideológica de su repertorio y el comienzo de una atormentada vida. Si bien hay parte de su repertorio musical de mero contenido folclórico no puede eludirse otra donde expresa historias y problemas de la clase trabajadora bajo la óptica de su ideario.

En 1952 recibía el premio Caupolicán a la mejor folclorista de Chile; Pablo Neruda la recibió en su casa y para el gran poeta ella desgranó lo mejor de su repertorio. El premio Nóbel escribió para Violeta un sentido poema. En 1955 realizó el más importante de sus viajes, a Varsovia, tomando parte en el Festival Mundial de la Juventud. También pasó por Moscú y París. De 1957 es su canción más comprometida, La lechera. También lo sería después La carta.

En 1958 una hepatitis puso en reposo a nuestra cantautora. Obligada a la tranquilidad pero inquieta como siempre, ella comienza a bordar, pintar, esculpir greda. Y le gusta. En los años 1959-1960, viviendo en el barrio de La Reina aunque todavía no en La Carpa, crea sus primeras arpilleras y pinturas. En 1960, en un segundo viaje a la capital francesa, vivió tres apasionantes años, cuando conoció a su verdadero amor, un suizo de nombre Gilbert Fabre, antropólogo y musicólogo, con el que convivió un largo tiempo en Ginebra.

En 1961, viaja a la Pampa argentina, a la ciudad de General Picó, donde es acogida por el gobernador de la ciudad don Joaquín Blaya. Su actividad aquí combinará lo musical con lo plástico. Da cursos de bordados, pinturas, cantos y danzas de Chile, hace exposiciones visuales y una serie de recitales. La recepción es tan buena que tiene que pasar a la capital, Buenos Aires, donde se relaciona con diversas personalidades de la cultura de ese país, continúa sus actividades, realiza exposiciones visuales, graba un disco de catorce canciones originales.

En 1962 es el Festival de la Juventud en Helsinki, Finlandia. Va con sus hijos y su nieta Tita. Lleva su cargamento de arpilleras, borda y compone música en esta travesía, enseña a bailar cueca a la delegación chilena que representará al país en este Festival, expone sus tapices en Berlín, República Democrática Alemana. Pero al mismo tiempo comienza a forjar un sueño: exponer sus trabajos en el Palacio del Louvre.

En 1964 expone en el Pavillon de Marsan del Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre toda su obra: 22 tapicerías o arpilleras, 26 pinturas al óleo sobre tela o madera prensada. 13 esculturas en alambre. El triunfo fue total. Es la primera artista latinoamericana que presenta una muestra individual en el Louvre. En el catálogo de la exposición, la historiadora Ivonne Brunner escribe: Violeta utiliza un lenguaje poético y simbólico, dando un significado a cada tema, a cada color, sin por eso descuidar el lado plástico de su obra. Cada una de sus arpilleras es una historia, un recuerdo o una protesta en imágenes.

Las arpilleras son telas bordadas con lanas coloridas sobre yute o arpillera o sobre telas comunes de algodón. En ellas Violeta Parra, siguiendo una vieja tradición popular, hace lo mismo que en sus canciones: contar historias. En un pueblo sin escritura es el dibujo y la canción lo que permiten transmitir la tradición de un pueblo a otro, de una generación a otra. Isabel Parra, en el catálogo de la Casa Museo dedicada a su madre nos cuenta de los temas: Reflejan escenas de la vida cotidiana, quehaceres y oficios diversos, historias, leyendas, mitos, cuentos, personajes de la cultura popular: el manicero, el chinchinero, el payaso, la bailarina, los cantantes, la cueca. Hechos históricos de Chile, batallas, denuncias, represión, injusticias, temas religiosos, fiestas tradicionales, músicos, cantoras y cantores campesinos, tocadores de guitarrón, familiares, amigos, hijos, nieta. 

-Violeta, ¿te gusta dibujar, pintar o cantar?
-Me quedo con la gente.
-¿Con la gente?
-Sí, es ella la que me inspira.


KaosEnLaRed
80grados

No hay comentarios:

Publicar un comentario