Luis Buñuel comentaba a Max Aub, que trabajó durante mucho tiempo en su biografía, la estupidez que supone estudiar libros tan anodinos como Los Lusiadas o La Divina Comedia habiendo autores tan esclarecedores como el Marqués de Sade. Hay mucho interés y empeño en que este mundo es hermoso y la gente buena. Aparece un asombro teatrero cuando en las noticias hablan de las excepciones, que surgen como hongos, y que confirman esta regla. Pero si la enseñanza tiene una labor de socialización, de conocimiento del mundo donde luego hemos de movernos sin ayuda, creo que deberían enseñarse conceptos más útiles como los que nos mostró la gente que estudió tratando de comprender los mecanismos que rigen este mundo, y que nos ayudarían mucho a manejarnos en él (y no toda esta porquería cargada de ideología dominante).
Nuestros chavales quieren ser ricos y famosos, es justo que sepan lo que supone y de qué forma se llega a tal situación. Muy pocos deportes dan fama y dinero y muy pocos son los elegidos. Es justo que sepan que su camino es un camino de frustración. Que es un camino que lleva al fracaso. Que el éxito es un señuelo de una sociedad fracasada.
Hay otro camino que precisa de una afilada guadaña para cortar cabezas. Se puede ser rico y famoso a través de un negocio de enormes plusvalías sin apenas impuestos, lo que supone un robo a particulares y un robo al Estado, o ser un político mafioso, si me permiten la rebuznancia.
López Viejo ha industrializado el sistema, cobraba, ejum, el negocio era recurrente y barato, entre comillas. López Viejo cogía y te hacia cinco actos [para la Comunidad de Madrid] en un día. Cuando era consejero de Deporte (...). Dos por la mañana y dos por la tarde, y te cobraba cuatro veces el sonido, cuatro veces la iluminación, cuatro veces la estrella y tal... A lo mejor eran cinco mil y él se llevaba mil. Se llevaba cuatro mil diarios. -Ignacio González, hablando con su hermano Pablo por teléfono.
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