De todos aquellos ecuatorianos que vinieron a ocupar los duros trabajos que nosotros ya no queríamos hacer y que se deslomaron para pagar la hipoteca de la casa, apenas si queda alguno que pudo aguantar la crisis y no tuvo que volver destronado y con las orejas gachas a su tierra -Loja, Caribamba-. Entre los que engrosaron las arcas de la Seguridad Social y trajeron niños a las calles, está Cecilia, pequeñita y con cara de niña, que sueña en volver, pero dignamente.
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