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Joan Margarit (Lleida, 1938) dice que le interesa
la cultura, porque lo demás ya no tiene solución.
Que España le da miedo desde los Reyes Católicos.
Que el lenguaje poético no es lo que la gente piensa
-nada de dulzón, bobo, pusilánime-: el lenguaje
poético, subraya, es el más duro de todos.
Dice que lo que importa decir en los poemas está
dentro: ya basta de buscarlo fuera. Que las
dos personas que le conformaron no sabían leer
ni escribir: su abuela y su hija Joana. Acaba de recibir
el Premio Cervantes. El jurado destacó su obra poética
de honda trascendencia y lúcido lenguaje siempre
innovador. Ha enriquecido tanto la lengua española
como la lengua catalana y representa la pluralidad de
la cultura peninsular en una dimensión universal
de gran maestría.
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Es la razón de nuestra vida,
dijimos, estudiantes soñadores.
La razón de los viejos, matizamos ahora,
su única y escéptica esperanza.
La libertad es un extraño viaje.
Son las plazas de toros con las sillas
sobre la arena en las primeras elecciones.
Es el peligro que, de madrugada,
nos acecha en el metro,
son los periódicos al fin de la jornada.
La libertad es hacer el amor en los parques.
Es el alba de un día de huelga general.
Es morir libre. Son las guerras médicas.
Las palabras República y Civil.
Un rey saliendo en tren hacia el exilio.
La libertad es una librería.
Ir indocumentado.
Las canciones prohibidas.
Una forma de amor, la libertad.
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