lunes, 4 de noviembre de 2019

la cultura contra la nostalgia totalitaria

© Foto: Koos Breukel



Mi hipótesis es que la melancolía, como defendían algunos filósofos griegos, es constitutivo de lo humano. Es un sentimiento que nace, por decirlo de algun modo, de la consciencia del discurrir del tiempo y la asunción de que todo, absolutamente todo, perece o perecerá ante nuestros ojos. Está en nuestra naturaleza reflexionar sobre el paso del tiempo y, en ocasiones, anhelar algo que ya no tenemos, llámese juventud, pasado, infancia, patria o lo que fuere. 

Somos seres melancólicos por naturaleza pero en tiempos de falta de ataraxia (el estado que produce la paz de espíritu, la falta de inquietud y la serenidad; algo que a todas luces escasea en nuestra sociedad), es decir en tiempos de inquietud, este carácter melancólico se acentúa y está a merced de ser manipulado.

Una de las peores manifestaciones de la melancolía es la nostalgia. Porque la nostalgia significa sentir dolor por una patria que no existe. Y este dolor reclama un retroceso en el tiempo que puede ser la génesis del fanatismo. En Estados Unidos está pasando algo semejante. Según Hannah Arendt hay que tener cuidado cuando un líder político azuza la nostalgia en lugar de hablar de futuro, en lugar de ofrecer esperanza. Hablar de 'vuelta a los orígenes' siempre puede terminar en fanatismo y totalitarismo.

Cada día que pasa, toma fuerza la nostalgia de un pasado glorioso que nunca existió realmente, pero que junto con el miedo al futuro, resulta una atractiva forma de fe. Hay que combatir esto con las herramientas que podamos. Deberíamos tomarnos muy en serio el arte, la música, el cine, la lectura... la cultura en general. Porque son herramientas con las que los seres humanos se narran y mediante ellas nos enfrentamos a visiones distintas de nuestra realidad. A través de las cuales abrazamos la pluralidad y la multiculturalidad como genes mismos de una sociedad democrática.

No hay comentarios:

Publicar un comentario