Hablamos de mi médico, mi marido, mi banco o mi dentista como si de mi amigo se tratara; pero los amigos no nos encierran en una habitación unas cuantas horas contra nuestra voluntad delante de una tele o una revista del corazón. La familia, además, ha de exponer su intimidad (el pegamento inconsistente que la une) en público. Eso sí: pagada la cantidad pedida por el secuestro, serás inmediatamente liberado.
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