Borges era un enclenque, un anteojo, no hacía más que estudiar. Y yo jodía todo el tiempo, tenía hondas, no paraba. Eran pupitres dobles y el que estaba al lado no podía estudiar. Un día me hizo enojar, me levanté, le hice ¡prac! y me mandaron a la dirección. Cuando me echaron no lo dije a nadie en dos años. Mi padre era un hombre de lo más severo y no admitía réplica, me hubiera echado de casa para que trabaje de albañil. No fui más al colegio y me lo pasé en la calle. Conocí Puente Alsina, me metí en los quilombos, me conocí todo lo que no conoció Borges. Borges nunca escribió lo que sintió sino lo que imaginó. Nunca fue a un quilombo y conoció a una mujer como a los cincuenta años. A los quince yo me conocía todos los quilombos, los bares, jugaba al billar... lo que es una vida, carajo. Cuando Borges escribe sobre Buenos Aires me da risa. Estará muy bien escrito, pero no es. El no vio esas cosas nunca.
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