Despierto con los ladridos del perro. Entre el sueño y la vigilia, atravieso una niebla de puntos como si fuera a bucear. Con demasiada facilidad, cede la puerta. Fuera la luna está gorda y todo aparece con bastante nitidez, aunque sin color y con una apariencia lechosa. Todo está cubierto por una capa de tierra tan cernida como la harina. Camino descalzo y con placer, por el mimo que reciben mis pies. Me siento ligero, bien. Caminando hacia ningún sitio, sin ningún propósito.
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