Amanecemos en Cala Millor, frente a las palmeras, la playa, el mar. Desayunamos en la espera para entrar en las cuevas de Artá. Llega la guardia civil preguntando por dos señores en un coche negro, las manos en las armas. Marroquíes, hablaban francés, han abandonado este coche y han bajado por el cortado. Impresionantes las cuevas con salas de hasta 40 metros de altura. Casi un kilómetro y medio entre estalactitas, estalagmitas y columnas (la unión de ambas) alucinantes. Lo peor es hay humo negro por el paso del hombre. Al salir, la guardia civil sigue buscando.
Paramos en Albufera y Port d'Alcúdia. L'Alcúdia nos gusta. Es una ciudad medieval rodeada de murallas (terminadas de construir en 1363) con una ciudad romana extramuros. Paseamos por sus calles tranquilas, su iglesia gótica y sus callejuelas de piedra con casas antiguas. Restaurantes en los patios. En la puerta de los dos torreones, nos sentamos en una terraza al sol. Se está en la gloria. Alguien bebido habla fuerte en el interior. No tengo mujer, pero tengo una hermana ¡que me da miedo! dice con la voz cascada mientras dibujo las torres. Este sitio nos gusta, reservamos una habitación en un hostal que hay en la plaza, junto a un café y detrás del escenario que hay preparado para la fiesta de Nochevieja. El chaval nos avisa de que habrá fiesta hasta las siete de la mañana debajo de nuestra ventana.
Seguimos nuestra visita. Descansamos en un patio al sol del restaurante El Arca de Peter. Cae una ensalada con sobrasada caliente, solomillo con foie y carpaccio de ternera, regados con cerveza y vino. El solomillo lleva una salsa riquísima con manzana, foie y patatas.
Pollença está muy cuidada. En el casino (el Club de Pollença) hago fotos a los abueletes en esos sillones tan bonitos. Estamos en la falda de La Tramuntana y se ven los picos por encima de las casas. Aquí también se prepara la fiesta de esta noche, han puesto una carpa. Niños rubios alemanes hacen pompas de jabón. De camino vemos miles de ovejas, hacia la península de Formentor por una carretera alucinante que serpentea las montañas. Preciosas todas esas rocas entrando en el mar. Girando y girando, y subiendo y bajando, llegamos al faro, que ya está encendido. Hace tanto viento que Beni decide quedarse en el coche. Chivos con largas barbas rojas.
A la vuelta vemos la Bahía de Port Pollença. El tiempo ha hecho bonito el paseo marítimo de piedras irregulares con pinos gigantes y tarayes antiguos. Casitas de piedra con puertas arcadas. Compramos algo de cena y uvas. Tomamos un café en un chino abierto y paseamos solos por este hermoso pueblo. Las casas vacías, la mar calma, los enormes pinos.
Orillamos la gran bahía que da esa forma tan característica al nordeste de la isla. Rodeamos la muralla de L'Alcúdia hasta la ciudad romana. Carrer Major. Luces en el consistorio. Empezamos a recibir felicitaciones. Cenamos sencillo. La tele está insoportable. Los socialistas se adueñan de la movida madrileña y luego salen dos humoristas patéticos llamados Cruz y Raya. Salimos a la plaza a beber entre el ruido y la alegría. Hasta que descubrimos que el camino de la cama es el mejor camino.