jueves, 15 de junio de 2023

carlos muñoz de pablos en el ateneo






Te tienen que enseñar a ver para poder hacer. Hay que extraer de la vida lo que es enjundioso.

El vidrio flotado es una frontera de tres milímetros de espesor. Nos separa del frío y la intemperie, hace acogedora la estancia a la vez que la ilumina. Ésta ha sido siempre la función del vidrio en la arquitectura.

En la Edad media se unían trozos de vidrio con plomo. Hoy ya no es necesario, pues se pueden fabricar de cualquier tamaño. Ahora sólo se hace por estética. La vidriera tiene una luz dorsal, coloreando el espacio. Esa luz coloreada que envuelve no la tiene ningún cuadro, ningún mural.

El vidrio es un elemento muy duro. Sólo podemos cortarlo con unas tijeras a 1300º. En frío no se corta, se parte.

Los artistas dictadores son los conceptuales, pues son teóricos que pierden el diálogo con la materia. Hay que respetarla y hablar con ella. La obra me interesa como un camino recorrido. No me interesa por la codicia, sino por el diálogo respetuoso con la materia. El arte está ahí fuera, en la Naturaleza. Nosotros lo reconocemos. La Naturaleza habla a través de nosotros.

 El sonido y la luz son espaciales e intangibles. La luz existe, el sol tiene sus leyes, yo sólo apantallo la luz donde quiero, juego con las sombras. La luz y la sombra se necesitan. Cuando dibujaba a mis alumnos en la pizarra con una tiza, les decía que la pizarra era la sombra y en mi mano tenía la luz. Soy un hacedor de sombras.

Dicen que Sorolla dominaba la luz, pero sus blancos era de zinc o de plomo, aún no se había descubierto el óxido de titanio, el blanco más blanco. El milagro es conseguir esa idea de la luz con esos pobres medios.

El Racionalismo nos dice que no hay materiales nobles e innobles, sólo los pensamientos de los humanos son de un tipo u otro. La mejor vidriera racionalista está en el patio del reloj del Banco de España.

Uno de los elementos que más distinguían el diseño de la madrileña Facultad de Filosofía y Letras en la Ciudad Universitaria, según lo concibió Agustín Aguirre, era la inmensa vidriera de estilo Art Decó en el vestíbulo principal, cuyo programa iconográfico -una alegoría de las Humanidades- se inspiraba en las disciplinas que se estudiaban en el edificio. Destruida durante la Guerra Civil, se prescindió de ella por razones económicas en la reconstrucción, una vez terminada la contienda. Su reconstrucción se hizo a partir de las fotos en blanco y negro. Yo añadí los colores amarillos para darle contemporaneidad. El vidrio estaba impreso con unos rodillos industriales, en caliente.

La arquitectura de este espacio (la facultad) se basa en un racionalismo con influencias sobre todo alemanas (escuela de Bauhaus, Walter Gropius y Mies Van der Rohe), pero dando una enorme importancia a la decoración. No en vano Agustín Aguirre era discípulo del magnífico arquitecto ecléctico Antonio Palacios, responsable de algunos de los edificios más importantes de Madrid y que trabajaba con un extenso grupo de artistas y artesanos (...) Entre ellos destaca en especial la antigua casa Maumejean de Madrid, donde se dibujan y elaboran la mayor parte de las vidrieras de este periodo en España. En este contexto histórico se sitúa la vidriera de la facultad, bello ejemplo del desarrollo plástico del lenguaje vidriero, en perfecta sintonía con los movimientos artísticos de la vanguardia europea. 

Apuntes recogidos en el Ateneo
elAdelantado

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