sábado, 24 de mayo de 2014

los últimos faros


Yo quería ser un guardián de faro. Mi ambición era vivir en el faro más solitario en el más lejano y remoto escollo de la tierra.

Sospecho que los faros apelan sobre todo a los introvertidos como yo, que necesitan retirarse estratégicamente del mundo social, pero también quieren mantener algún tipo de relación básica con la humanidad. Su haz de luz barriendo el horizonte para el beneficio de los barcos que pasan en la noche es sólo ese tipo de conexión humana mínima. "Nada debe dejarse silenciar nuestras voces ... Hay que llamar a unos de otros", escribió Janet Frame , un tímido escritor de Nueva Zelanda también fascinado por los faros, "a través de mares y desiertos destellar palabras en lugar de espejos y luces."

Finalmente me curé  de esta fantasía mediante la lectura de la historia oral de Tony Parker de los fareros. Allí comprendí que el cuidado de una luz es un trabajo tedioso, con poco que hacer, pero sin prisa para comer o construir barcos en botellas. Un farero estaba tan solo que en el medio de la noche encendió el transmisor y escuchó a los barcos por radio entre sí, sólo para oír otras voces humanas. Sin ni siquiera unas cuantas rocas para caminar y evadirse de sus compañeros de casa, era el equivalente a ser enviado a Siberia.

El mantenimiento del faro no era un trabajo con perspectivas. Los faros comenzaron a ser automatizados en la década de 1970. Ahora, en una época de radar y sistemas de navegación computarizado, los faros son una especie en peligro de extinción. Su pintura roja y negra de rayas se está despegando. Y muchos faros están siendo retirados del servicio , se convirtieron en casas rurales o casas costosamente renovadas.

No hay duda de que la navegación vía satélite puede hacer ahora el trabajo igual de bien, pero va a ser una pena cuando el último faro apague su luz. En una época en la que tenemos que justificar los proyectos públicos con el lenguaje consumista de las partes interesadas y los usuarios finales, los faros todavía se sienten como un bien social sin complicaciones, que nos pertenecen a todos. Son el símbolo concreto de nuestra humanidad.


Joe MoranThe Guardian , Sábado 12 de abril 2014





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