sábado, 30 de noviembre de 2024

democracia migratoria

    En el pasado te detenían por querer irte del país. Pero después, cuando ya no estaba prohibido emigrar, no éramos bien recibidos fuera de nuestras fronteras. Lo único que cambió fue el color del uniforme de la policía. Nos arriesgábamos a que nos detuvieran, no en nombre de nuestro propio gobierno, sino en nombre de otros estados, los mismos que en el pasado nos habían incitado a liberarnos. Occidente se pasó décadas criticando a Europa del Este por el cierre de fronteras, financiando campañas para reclamar la libre circulación de los ciudadanos, condenando la inmoralidad de los estados que restringían el derecho de salida. Nuestro exiliados solían ser recibidos como héroes. Ahora los trataban como criminales.
    Quizá nunca les importó realmente la libre circulación. Resultaba fácil defenderla cuando era otro el que hacía el trabajo sucio de encerrar a la gente. Pero ¿qué valor tiene el derecho a salir de un país si no existe el derecho a entrar en otro? ¿Las fronteras y los muros solo son censurables cuando sirven para impedir que la gente salga y no cuando impiden que la gente entre. Los guardias fronterizos, las lanchas patrulleras, la retención y represión de los inmigrantes que empezaron a aplicarse por primera vez en el sur de Europa durante esos años se convertirían en una práctica habitual en las siguientes décadas.

Lea Ypi en Libre, el desafío de crecer en el fin de la historia, Anagrama

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