miércoles, 8 de mayo de 2024

la cerámica toledana de sebastián aguado

Jarrón modernista en el MNAD.
Esmaltes blancos y negros sobre barro.





    
Sebastián Aguado, hijo de maestros nacionales, nació en Jimena de la Frontera (Cádiz) en 1854 y murió en Madrid en 1933. Su formación artística tuvo lugar en Sevilla dibujando en la Económica de Amigos del País y en el campo de la escultura, con el imaginero Manuel Gutiérrez Cano, continuando en 1870 en el taller de los hermanos Vallmitjana en Barcelona. Retorna a Sevilla y fruto de su enorme curiosidad por la cerámica y su gran talento, encontró trabajo como pintor en la fábrica Pickman y más tarde en algunas alfarerías de Triana. Esta experiencia fue la que le decidió a dedicar su vida a la cerámica, no sólo como pintor decorador, sino como incansable investigador de todas las complejas fases del proceso de fabricación. Con este deseo de adquirir nuevos conocimientos viajó a algunos centros cerámicos europeos de gran madurez tecnológica: en Italia, Génova y Capodimonte (Nápoles) donde aprendió a fundir esmaltes, en Francia estudió y trabajó en Moustiers y Marsella, fábricas famosas por la calidad de sus lozas y porcelanas. A partir de 1878 en Portugal, en la Fábrica de Faianzas de Caldas da Rainha bajo la dirección artística de Rafael Bordalo Pinheiro.
 
    En 1886 se estableció en Madrid; allí trabajó en las más variopintas labores: escenógrafo, escultor, vaciador, restaurador, profesor, etc, sin dejar nunca de lado su labor como ceramista. En 1890 ocupó el cargo de maestro de taller de la Escuela de Artes y Oficios, simultaneándolo desde 1893 con el de cerámica tras la renuncia de Daniel Zuloaga. Trabajó como encargado en la fábrica Santigós y Cia, realizando muchos trabajos para el arquitecto Arturo Mélida; en estos años pensó establecerse por su cuenta por lo que se quedó con el taller que los hermanos Zuloaga tenían en la calle Vallehermoso. 

Tienda de Toledo en 1918 y detalle de una foto tomada en el taller de Vallehermoso, Madrid, con Daniel Zuluaga,
a la izquierda; Aguado aparece con bombín.

    En 1904, se trasladó a Toledo para ocupar la plaza de profesor de Cerámica y Vidrería Artística de la Escuela de Artes y Oficios, que le había ofrecido el arquitecto Arturo Mélida, que también era director de la fábrica de cerámica La Madrileña. Aquí se casó con María Luisa Villalba, una de sus alumnas e hija del director de la Escuela, el pintor Matías Moreno. De ese matrimonio nació también el ceramista y profesor de la misma Escuela, además de gran historiador de cerámica, José Aguado Villalba, abuelo de la actual ceramista toledana Rosalina Arenas Aguado, representante de la cuarta generación de ceramistas toledanos, hija del prestigioso ceramista toledano José Aguado Villalba (1919-2007), Doctora en Historia del Arte, miembro de la Real Academia de las Bellas Artes de Toledo, profesora en la escuela de Arte de Toledo.

    Sebastián será uno de los renovadores de la cerámica toledana dentro del movimiento regenerador de cambio de siglo. Recurrió a los estilos típicos toledanos como la cuerda seca y la arista, desarrollando un estilo que podríamos llamar Neomudéjar. También se interesó por los reflejos metálicos nazaríes y del Reino de Valencia, de Manises y Paterna en la Baja Edad Media. Las obras de este tipo recibieron gran apoyo de la crítica. De esta técnica son un buen ejemplo los dos botes que conserva el Museo Nacional de Artes Decorativas.

    En Toledo también recibió importantes encargos de restauración como los zócalos de azulejerías de arista del Alcázar de Toledo, que hizo en varios años de la segunda década del siglo XX, y las tejas de los chapiteles de la Puerta de la Bisagra de la época del emperador Carlos V, hecho a cuerda seca, que representaban a gran tamaño el Escudo Imperial, que desarrolló en dos fases, una en 1904 y otra en 1931. De Madrid también le hicieron algunos encargos importantes del arquitecto Antonio Palacios, como los escudos de la torre y los bancos de la piscina del Círculo de Bellas Artes, y los escudos de las provincias españolas en cerámica esmaltada en altorrelieve, para el Metro de Madrid en 1921. Su gran erudición abarcaba un profundo conocimiento de química aplicada a la cerámica, el dominio de antiguas técnicas y procesos de fabricación y los secretos para la realización de piezas arquitectónicas de gran tamaño, junto a los más modernos métodos que ofrecía la industrialización que él había conocido en su periplo europeo. Fue interprete de las tendencias y búsquedas de su época, como el secreto de la fórmula de la loza dorada, perdida con la expulsión de los moriscos. Su producción destacó por la calidad de sus diseños y su elaboración artesanal. En general los clientes del taller Aguado se componían de un sector del mercado de alto poder adquisitivo y una clientela local de clase media, además de un publico heterogéneo que adquiría piezas con motivo de las exposiciones.
    
    En su taller, instalado en el palacio que tenía la familia de su mujer, llamado de la Cava, enfrente de San Juan de los Reyes, también montó una tienda donde se vendían las cerámicas a los turistas de la época, pues Toledo fue siempre un foco de atracción debido a su relación con El Greco y al ser considerada la ciudad de las Tres Culturas.


    Retrato de Sebastián Aguado y Portillo sobre 1930. Foto Rodríguez, archivo Moren-Aguado. Toledo. En la parte superior, Chapiteles de la Puerta de Bisagra con los escudos de Toledo en cuerda seca. Fachada de la su exposición-tienda, obra de Antonio Palacios, con decoraciones mudéjares tomadas de la Sinagoga del Tránsito. A la derecha, revestimiento cerámico del establecimiento, hoy desaparecido.
    Ánfora decorada con temas de tradición mudéjar en técnica de engobe sobre 1920. Foto Pedro Román Martín, archivo Centro Cultural san Clemente. Toledo. En el centro, plato con temas del Quijote y orla de sabor renacentista a base de Putti y guirnaldas en técnica sobre cubierta. A la derecha, botija neo mudéjar, sobre 1925, en técnica de Cuerda seca total. Colección Carrasco.
    Tres azulejos en técnica de arista que formaron parte de los zócalos del Alcázar de Toledo. Los escudos se centran sobre un fondo tomado de un azulejo toledano de arista de finales del s. XV-principios del s. XVI (último de la derecha) de inspiración textil muy cercano a las decoraciones del mundo persa
    Escudos en altorrelieve para el Metro de Madrid (1919-23). Diseños de Antonio Palacios y Sebastián Aguado. Este conservado lleva la heráldica de la ciudad. Las fotografías corresponden a la estación de Retiro y el vestíbulo de Sol. 
    Tres piezas grandes: un Filtro con temas renacentistas de grustescos, cintas jarrones y recortados con escudos de las regiones españolas en azul y manganeso, con el fondo del cuello en amarillo; Diputación de Toledo. En el centro escultura cerámica que forma la parte central de una fuente, con un putti cabalgando un dragón. A la derecha un ánfora en técnica de cuerda seca y esmaltes.
    San Miguel, detalle tomado del cuadro de Botticelli, Madonna entronizada con el Niño, cuatro Ángeles y Seis Santos (Pala di San Barnaba, 1487). Derecha: Salón Mudéjar inaugurado en 1919 con motivo del nacimiento de su hijo José. (Foto Rodríguez, colección Moreno-Aguado). Fachada del segundo pabellón de la Escuela de Artes de Toledo decorado con ornamentaciones en altorrelieve de Sebastián Aguado.
    Fotos de Rosalina Aguado Gómez y de la colección Moreno-Aguado.

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