lunes, 4 de julio de 2011

la huerta de viruta


Viruta fue el único carpintero que tenía Mestanza. Él se hizo esta huerta que se ve en el dibujo, hecho desde un pequeño montículo donde está la vieja y oxidada alambrada que marca la linde. En la casa llegaba el agua de un manatial, que sigue existiendo, por lo que había grandes árboles (ahora quedan los hijos de la inmensa higuera) y huerta. Como el agua era muy buena, construyó veinte pilancones techados donde las mujeres iban desde muy temprano a lavar la ropa. Cobraba tres pesetas por pila y, aún así, iban muy pocas a los pilancones municipales donde sólo había que dar dos pesetas al guarda.

Viruta tuvo siete hijos, cuatro con su mujer y tres, dos chicas y un chico, con su criada, Ramona. Fue a ella a quien le dejó la huerta en herencia. Para criar a sus tres hijos subió la pila a un duro, lo que no impidió que aquello se llenara desde muy temprano para coger sitio. Y eso que está a unos tres kilómetros del pueblo subiendo la sierra de Puertollano.
Allí iban andando las mujeres una vez a la semana, con la cesta en la cadera (con la ropa tapada con el redor) y la merendera en el cubo. Era el día de juerga y jarana. Allí se juntaban lavando, contando cotilleos y haciendo bromas.
- Cuando me muera pienso decir que soy muy católica y que iba siempre a misa, para que me lleven con los muchachos.
- Pues yo pienso ir con las cantantes y los artistas. Me lo voy a pasar mucho mejor.

La Primitiva, cuyo marido se había ido con otra, llevó un día un retrato suyo en pelota viva ("no llevaba ni calcetines") que le había mandado para que viese lo bien que se conservaba y lo repuestito que estaba. Y allí la puso en la pared del lavadero para que todas las lavanderas se partieran de risa.

A mediados de los sesenta el agua corriente llegó al pueblo, y con ella las pilas a los patios. Primitiva cerró la huerta y se la vendió a José Gascón, tío de Jandri. Luego se fue a Ciudad Real, donde sus hijos encontraron trabajo. Allí hicieron su vida.
Cuando yo llegué por primera vez, los más pudientes empezaban a comprar lavadora. La mitad del pueblo seguía con los ciento cincuenta vatios y las bombillas de luz amarillenta apenas si iluminaban las calles.

El redor es un trapo blanco que rodea el mimbre de la cesta para que las cosas no lo toquen directamente.

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