Visitamos la Ciudadela, la Catedral, la iglesia de Santiago, la pequeña ermita de Sarsa, la Torre del reloj... lo que más me gusta de Jaca es que es como una capital de provincias no demasiado contaminada por el mundo exterior. Especialmente que cada tienda tiene su propio rótulo hecho a mano o con su propia tipografía, sin entrar en modas ni photoshop. Sobre todo bares y pastelerías, que es lo que abunda.
El foso de la Ciudadela sigue teniendo ciervos y el césped circundante es un hermoso prado para los domingos.
Cerca veo un antiguo anuncio de Calisay (prestigio y calidad). Recuerdo que, hace muchos años, aquí leí Madame Bovary de Flaubert, totalmente enganchado, hasta acabarlo.
Cenamos en La Cadiera, comida montañesa, que apetece puesto que la cosa se ha puesto fresquita. Nos apretamos unos salmorejos (que aquí son huevos escalfados con más cosas y a la carmen). El mío lleva muslos de pato, pisto, huevos y calabacín. está bueno. Lo regamos con Somontano. Hoy no hay copas, que ya se ha hecho tarde y mañana hay que ir muy temprano a Somport, donde iniciamos el camino.
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