Hoy seguimos el río Batuecas, parando en Riomalo de Abajo y Las Mestas, donde la señora del tío Cirilo nos pone unos chupitos del famoso Ciripolen, mezcla de miel, aguardiente y leche azucarada reducida, con bastante grado alcohólico. Dolor de barriga y nada que justifique llamarla la biagra de Extremadura.
Nos apartamos a Riomalo de Arriba, un pueblo casi abandonado y casi en ruinas. Uno se hace una idea de cómo podían ser las Hurdes que encontró el Doctor Marañón. Un paseo por el abandono hasta que encontramos a una señora de 87 años, en una cuesta de profesional, que nos cuenta que quedan cuatro matrimonios y ningún niño. Que aguantarán hasta que ya no puedan, y que entonces se irán con su hija o su hijo a Ciudad Rodrigo.
Hago un dibujo simple desde el merendero de la entrada.
Seguimos el río Batuecas en coche hasta el monasterio de contemplación de los carmelitas descalzos. Alucinante sitio que no puede visitarse. Un verdadero vergel.
Seguimos la valla lateral pisando enormes raices como serpientes de madera. Pasamos un gran eucalipto y varios tejos centenarios. Y todo el flipante valle a la vera del río, con pilones, lastras, cascadas y una vegetación exuberante alrededor de castaños, madroños, jaras, brezo, robles, quejigos, alcornoques, etcétera etcétera. A veces encajonado en masas cúbicas de rocas comidas por líquenes y musgo, a los que hay que subir para ver los dibujos esquemáticos primitivos (contemos cabras).
Cuando intentamos cruzar el río se pone a llover y nos volvemos, justo en un punto en que podemos ver una pareja de cabras montesas sobre una roca.
De La Alberca salimos huyendo al ver los autobuses cargados de turistas nacionales a la busca del embutido. Aquel pueblo que imponía respeto se ha convertido en un decorado de tienda, pura mercancía. Todo tiene un recubrimiento de falsedad que repugna. No queremos estar aquí.
Mogarraz resulta mucho más agradable. Uno ve que los entramados son una estructura que se revestía. Todo tiene las imperfecciones y los esconchajos del uso. La belleza que el tiempo otorga. Miramos las hermosas figuras de algunos dinteles u otras escondidas en capiteles.
Se pone a llover y entramos en un mesón taurino lleno de fotos de toreros. Bastante incómodo si no fuera porque está lleno de parroquianos como esta parejita.
Venimos atravesando castañares desde La Alberca hasta Miranda. Aquí nos hacemos unas tostas con pan blanco, entre pan y barra, que aquí llaman Colón. Y luego vamos a por el Champi de la Taberna Aldaba. Está cerrado. La Mandrágora no nos falla. Añadir, sobre lo escrito ayer que preparan los cócteles de una manera exquisita y que el trato es deli. Los bocalibres nos saben a gloria.
La Sierra de la Peña de Francia y el Valle de las Batuecas son espacios protegidos como Parques Naturales.
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