siete cafés con leche, dos vinos y unas cuantas cañas

Córner Café. Plaza de Santa Cruz.

Café Viena. Luisa Fernanda.

La Libre. Argumosa.

Coffe Place. Estación Príncipe Pío.

Café Restaurante Clarita. Corredera baja de San Pablo.

Bar Universidad. Tribulete.

Taberna mesón Los Chanquetes. Moratín.

Taberna El Boquerón. Valencia.

Bodegas de Méntrida. Tribulete.

Unos días en un Madrid desolado, triturado por la fatiga de su gente dormida y cansada en los transportes públicos. Descanso dibujando en cafés, bares y tabernas que veo, en general, faltos de alegría y público.
Un café malo y mal atendido en un cambiado Corner Café, rodeado de ingleses. Otro frío y decadente en la  cafetería Viena, donde charlan agricultores ricos de provincias. Uno más calentito y apacible en la Libre de Lavapiés, con cada vez menos libros y más mujeres. Otro insulso en la vacía estación. Uno alegre, achinado y con periódico con los marroquíes de Tribulete. Otro rodeado de diseñadores en Clarita, un café bar nuevo, de reciclado inventado en plan Soho, muy al gusto de directores de arte jóvenes recién despedidos. Y un último café descafeinado en la taberna de maderas rojas de Moratín 2, oyendo las historias taurinas del monosabio y picador reserva de la Monumental de las Ventas Diego Acosta Herrero, al que dibujo su afilado rostro de perfil, entre fotos de lidias y bajo la enorme cabeza disecada de Canastero. El dueño quisiera incluir el dibujo en su web y nos invita a unos vinos.
Y, por fin, una cañas en el infalible Boquerón, con esas gambas tan ricas y frescas que hacen a la plancha. Los cuatro hermanos trabajando a tope entre esa barra antigua de zinc, el friso de azulejos andaluces y fotos de caballos de carreras.