Yo estoy seguro de que se rió. ¡Se rió de lo que yo estaba aguantando! Era demasiado. Me metía y me volvía a meter la fresa sobre el nervio. Con toda intención. Nadie me quitará esa idea de la cabeza. Me tomaba el pelo: "Que si eso lo aguantaba un niño". ¿Acaso a ustedes no les han metido nunca esas ruedecillas del demonio en una muela cariada? Debieran felicitarme. Yo les aseguro que de aquí en adelante tendrán más cuidado. Quizá apreté demasiado. Pero tampoco soy responsable de que tuviese tan frágil el gaznate. Y de que se me pusiera tan a mano, tan seguro de sí, tan superior. Tan feliz.
Max Aub. Crímenes ejemplares. Espasa 1999
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