sábado, 8 de febrero de 2014
en el cairo (cuaderno retomado)
La cafetería de la Estación Central es absolutamente recomendable. Está llena de viajeros, ventanas de herradura, lámparas de globos, reproducciones de carteles de trenes y barcos muy bien elegidos, mesas de piedra con marcos de madera y una pata que acaba en una base de bronce. Pedimos un té, que siempre acompañan con una botella de agua. Los camareros llevan uniforme blanquiazul y pajarita. Fuera están arrodillándose sobre alfombras para orar.
Visitamos Esbekia, con sus hermosos jardines, el barrio favorito de los europeos durante muchos años. El Hotel Continental, las pensiones de la calle Clot-Bey y el fantástico edificio de los Almacenes Senaqui, muy cerca de la Plaza (Midam) Atuba-Al-Jadra, la Ópera y el edificio de la Oficina Central de Correos en la propia plaza, donde también hay un inmenso mercado.
Bajamos a la plaza redonda de Mustafá Kamil, luego pasamos por unos hermosos edificios residenciales de los años treinta y la Plaza de Solimán Bajá. Hacia la Plaza de Al-Tahrir, comemos unos rollos de hoja de parra con arroz, unos bocatas en la Cafetería Stella Felfela y unos cafés en el Groppi, frente a Air France. Hago unos dibujos en el Museo Egipcio y, finalmente nos tomamos una cerveza en el Bar del Hotel Cosmopolitan, cuyo director habla castellano. Nos enseña el hotel (responde perfectamente a nuestras expectativas: colonial en decadencia, un sitio lleno de egipcios donde se puede beber cerveza con panchitos) y le pido el teléfono de reservas, pues me parece una buena opción para quedarse en El Cairo.
Ya en la habitación, vemos películas antiguas en blanco y negro, muy parecidas a las nuestras. Tienen su José Luis López Vázquez y su Antonio Molina. Los guapos cantan, los cómicos tienen gafas, los ingleses de bigotillo fino se emborrachan. Cuando se enamoran alguien desenfoca los bordes con los violines. En los hoteles se baila un mambo con bongó moviendo el bonete de esos sombreros turcos color burdeos mientras la prota hace lo propio meneando el vientre. ¡Qué rebonito!
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