Llevo muy mal material. El cuaderno tiene el papel satinado y no admite el agua de las acuarelas y la vieja pluma está atascada. Iremos adaptándonos a lo que tenemos, como siempre. Llegaremos en pleno mes del Ramadán, que acaba el día 3, fiesta que también viviremos. Avión incómodo, doy con las rodillas en el asiento de delante y no puedo abrir la mesita. Bueno, hemos pagado muy poco.
Sale el sol. Las aeromozas hablan inglés y turco. El avión hace un ruido tremendo, es difícil acostumbrarse. Volamos sobre un mar de plata brillante con corrientes mates. El sol deslumbra. Nos cambiamos a la primera fila y podemos estirar las piernas. Nos cruzamos con otro avión a lo lejos, una silueta. El horizonte por encima de las nubes. Bajamos al Egeo, barcos de mercancías.
Nos espera un guía que se llama Babazula, que se lee con s líquida. Nos cuenta que lo mejor para la resaca es una sopa de vinagre, cebolla y callos. En la aduana nos pegan el adhesivo de la visa. Comemos en una parrilla popular. Bastante bien, un potaje de habichuelas y un donner kebab de cordero y pollo con ensalada de yogur, con dos vasos de ayrán, por unos ocho euros. El ayrán es una bebida fría de yogur con agua, sal y ajo.
Paseamos por la Universidad, el Gran Bazar, la Mezquita Azul, Santa Sofía y el puente de Galata. Cago en un retrete público por 50 céntimos con un papel como el del elefante. Luego, el simpático guardián se apiada de mí y me da un clinex y me deja entrar en el de las chicas y librarme del agujero. Me recuerda que hay que coger papel y escobilla con la mano izquierda si como con la derecha. Me da otro clinex para secarme las manos y deja una banqueta a Beni para esperar.
Volvemos en tranvía al hotel. El jabón lleva en relieve welcome y la taza tiene un chorrito que la convierte en bidé. En la tele sale Felipito diciendo que su señora ha tenido que someterse a una cesárea y han sacado una niña ochomesina que se llamará Leonor.
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