Empezaron a caer las bombas. Las primeras explosiones se produjeron junto al puente de Renteria y en la estación de trenes. Durante más de tres horas los escuadrones comandados por Wolfram von Richthofen y Hugo Sperrle masacraron la ciudad-símbolo de los vascos. El Ayuntamiento, destruido. La iglesia de San Juan, destruida. El matadero, la alhóndiga, el teatro Liceo… todo reducido a escombros. Todo, menos la Casa de Juntas y el célebre Árbol de Guernica, símbolos del nacionalismo vasco (aunque también referente para no pocos carlistas vascos enrolados en las filas de Franco). Tampoco la fábrica de armas Astra resultó tocada (un buen botín una vez tomada la ciudad). Misterios de la guerra… aunque no tanto.
Más de 200 muertos según unos. Más de 1.600 según otros. No hay registros de cadáveres. No hay listas, ni las habrá. Pero a nada que uno se detenga en la contemplación incrédula de todas esas fotos procedentes del Archivo Gernikazarra, la sensación de ruina es tan absoluta que solo cabe pensar en escombreras de muerte mucho más cercanas a la segunda cifra que a la primera.
Gritos de niños, gritos de mujeres, gritos de pájaros, gritos de flores, gritos de vigas y de piedras, gritos de ladrillos, gritos de muebles, de camas, de sillas, de cortinas, de vasos… -Pablo Ruiz Picasso
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