lunes, 12 de septiembre de 2011

tinajo, la santa y la montaña roja

 Siempre asombrados al atravesar el malpaís bestialmente arado, las montañas rojizas truncadas en el cráter, esas violentas agujas como puntas de tijeras, la carretera recta y lisa entre este revuelto maremagnum.
En Manchablanca, fiesta de la espuma para niños. El viento levanta la espuma formando nubes pequeñas que se añaden a las reales. Con el fondo de las risas, una forma de bienestar. Tinajo es grande, ondulado y hermoso. Casas blancas y palmeras. En la Vegueta, vemos la Virgen de los Volcanes (o de los Dolores). El 15 es la romería, la más importante de la isla, y están montando el ferial. Hermosa vista en el barranco. Agradables parques con dragos.


















La Santa tiene un ambiente especial. Sol de domingo entre los barcos. Niños jugando con el agua, charlando con las madres. Han puesto las toallas sobre el cemento del puerto y se tiran como si fuera una piscina. El agua está transparente. Cogen una medusa con una botella de plástico. Y es que la costa por aquí es muy abrupta, no hay playas cercanas y las olas son muy grandes y agresivas. Pregunto en una tasca por el coral fósil  declarado Bien de Interés Cultural, pues es una formación fechada en el Pleistoceo, la llamada fauna senegalesa.
-Yo nací aquí, me crié aquí y aquí me quemé, dice el dueño-camarero con antiguas quemaduras en la cara y el cuerpo, y no he visto nunca, ni conozco a nadie que haya visto eso que usted me dise.
No quiero hacerme el jodido godón petulante. Nos bebemos una cerveza y una tapa de estofado de garbanzos riquísimo. La hija cuchichea con el padre y finalmente nos clavan por godos.
-Por la tarde, la cocinera hace una paella muy rica.
Con este precio va a venir tu tía. Iremos al Stop de Yaiza, que no nos tratan como idiotas.
Cuando salgo me chistea un cliente del bar. Me acerco y me dice:
-He preguntado a los pescadores y aquí nadie conoce eso.
 Aquí no hay turismo y todo es muy tranquilo. Los turistas van a un club, una especie de hotel a lo bestia que hay detrás de La Isleta. A ella vamos a ver a los surfistas. Han dejado una franja de agua como lago artificial, con arena color albero para bañarse sin olas. También hay pescadores de caña para pillar boguitas, sarguitos, peses comunes con pan y gancho. Nos damos un chapuzón y vamos a las rocas a contemplar los atrevidos surferos paseando por encima y por debajo de estas grandes olas que dan miedo. El ambiente alrededor es alegre y un poco hippie. Tiendas de campaña, rubios saludándose, perros sueltos, tablas oblongas, alegría en general.


 Un malvasía fresquito con papas y filetes de pescado con mojo (la tapa) en el Stop, que no falla. El camarero de hoy tiene cara de enfadado, pero es simpático como todos los canarios.
Cuando llega Miguel Ángel, subimos caminando hacia la Montaña Roja, un volcán junto a la Punta Pechiguera, mientras atardece. Tiene un cráter alucinante que puede rodearse. Lo mejor es la luz que lo pone todo todavía más rojo. Vista impresionante: las costas oeste y sur, los Ajaches, los volcanes de Timanfaya, la cadena que empieza en Yaiza y Femés. Nos volvemos ya de noche, con buena vista con la luz de la luna llena.
Una de lágrimas negras, suavesito de Arsenio y algo de Polito Montañez con el muyayo del súper, que se llama Ariel, y que hoy acompaña al cubano Jorge. Café, vino, ron, crema de whisky, una familia cubana y un vampiro fisgón y alemán que Miguel Ángel espanta con evasivas.

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